Página:Dramas de Guillermo Shakspeare - Volumen 2 (1883).pdf/16

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
10
JULIO CÉSAR

dioses juntos, ¿de qué vianda se alimenta este nuestro César para haber llegado á ser tan grande? ¡Vergüenza para nuestra época! Has perdido ¡oh Roma! la prole de las sangres nobles! ¿Cuándo pasó edad alguna desde el gran diluvio sin que fuese famosa por más de un hombre? ¿Cuándo pudieron decir antes de ahora los que de Roma hablaban, que sus vastos muros no contenían sino un hombre? Y existe ahora en verdad Roma y sobra espacio cuando no hay en ella más que un solo hombre. ¡Oh! Vos y yo hemos oído decir á nuestros padres que existió una vez un Bruto que habría sobrellevado en paciencia al mismo eterno demonio, para mantener su rango en Roma, con tanta facilidad como un rey.

Bruto.—De vuestro afecto no abrigo inquietud. De lo que me induciríais á hacer, no me falta alguna aspiración. Más tarde os diré cómo he pensado en ello y en las cosas de estos tiempos; mas no deseo hacerlo por ahora. Os ruego afectuosamente que no queráis hacerme ir más lejos. Prestaré atención á lo que habéis dicho; escucharé con paciencia lo que tenéis que decir, y hallaré momento oportuno para oir y responder acerca de tan altos propósitos. Hasta entonces, noble amigo mío, meditad en esto: Bruto preferiría ser un aldeano á reputarse hijo de Roma en las duras condiciones que estos tiempos parecen imponernos. (Vuelven á entrar César y su séquito.) Han terminado los juegos y César está de vuelta.

Casio.—Cuando pase el cortejo, tirad á Casca por la manga, y él os dirá con su brusca manera cuánto hoy ha ocurrido digno de nota.

Bruto.—Así lo haré; pero, Casio, mira. La cólera centellea en el ceño de César, y los demás parecen un séquito consternado. Las mejillas de Calfurnia han palidecido; y Cicerón deja ver en sus ojos el mismo fuego intenso que les hemos visto en el