Página:Dramas de Guillermo Shakspeare - Volumen 2 (1883).pdf/176

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
158
COMO GUSTÉIS.

tan engañado por sus ojos como él. Vamos, á nuestro ejido. (Salen Rosalinda, Celia y Corino.)

Febe.—¡Insensible pastor! Ahora siento la fuerza de esta verdad; ¿quién que amó, no amó á primera vista?»

Silvio.—Adorable Febe...

Febe.—¡Ah! ¿decíais algo, Silvio?

Silvio.—Adorable Febe; compadécete de mí.

Febe.—En verdad, siento veros así, amable Silvio.

Silvio.—Adonde está el pesar, debería hallarse el consuelo. Si mi amorosa pesadumbre os entristece, vuestra tristeza y mi pesar desaparecerían con un poco de amor.

Febe.—Tienes mi afecto. ¿No es casi lo mismo?

Silvio.—Querría poseerte.

Febe.—Eso sería codicia. Silvio, ha pasado el tiempo en que te aborrecía; y, sin embargo, no es que sienta amor por ti; pero desde que te muestras tan capaz de hablar bien de amor toleraré tu sociedad, que me era fastidiosa y aun te ocuparé; mas no esperes otra recompensa que tu propia satisfacción en verte ocupado por mí.

Silvio.—Tan puro y santo es mi amor y tan pobre me encuentro de mercedes, que será para mí abundante cosecha el ir recogiendo las espigas olvidadas por aquel que recogió la cosecha principal. Dame de vez en cuando una sonrisa perdida y ella me hará vivir.

Febe.—¿Conoces al joven que me habló hace poco?

Silvio.—No mucho, pero le he encontrado muchas veces; y ha comprado la casa y los ganados que pertenecían al viejo huraño.

Febe.—No pienses que le ame aunque pregunte por él. No es más que un muchacho petulante. Sin embargo, habla bien. ¿Pero acaso me cuido yo de palabras? Las palabras, no obstante, vienen bien,