Un fiel pastor os solicita: miradle bien y amadle. Os adora.
Febe.—Buen zagal, decid á este joven lo que es amar.
Silvio.—Es volverse uno todo suspiros y lágrimas; como yo por Febe.
Febe.—Y yo por Ganimedes.
Orlando.—Y yo por Rosalinda.
Rosalinda.—Y yo por ninguna mujer.
Silvio.—Tiene que ser todo fe y sumisión, como yo para Febe.
Febe.—Y yo para Ganimedes.
Orlando.—Y yo para Rosalinda.
Rosalinda.—Y yo para ninguna mujer.
Silvio.—Tiene que ser todo fantasía, todo pasión, todo deseos, todo adoración, deber y observancia, todo humildad, todo paciencia é impaciencia, todo pulcritud, contradicción y obediencia, como yo por Febe.
Febe.—Y yo por Ganimedes.
Orlando.—Y yo por Rosalinda.
Rosalinda.—Y yo por ninguna mujer.
Febe.—(A Rosalinda.) Y si es así ¿por qué tenéis á mal el que yo os ame?
Silvio.—(A Febe.) Y si es así ¿por qué tenéis á mal el que yo os ame?
Orlando.—Y si es así ¿por qué tenéis á mal el que yo os ame?
Rosalinda.—¿De quién habláis al decir «tenéis a mal que os ame?»
Orlando.—De aquella que no está aquí ni me oye.
Rosalinda.—Basta de esto, basta, os lo ruego. Se parece al aullido de los lobos irlandeses á la luna. (A Silvio.) Os ayudaré, si puedo. (A Febe.) Os amaría, si pudiera. Venid juntos á verme mañana. (A Febe.) Me casaré con vos, si he de casarme con alguna mujer, y me casaré mañana. (A Orlando.) Os daré satisfacción,