canto.
La diadema de Juno
fueron las bodas,
que en mesa y lecho junta
las almas todas.
Honremos á Himeneo
que puebla al mundo
y es en todas las zonas
el dios fecundo.
Duque.—Bienvenida eres ¡oh amada sobrina! No menos bienvenida que propia hija.
Febe (á Silvio).—No faltaré á mi palabra, ahora que eres mío. Tu constancia te ha conciliado mi afecto.
Jaques de B.—Concededme audiencia para unas pocas palabras. Soy el hijo segundo de sir Rowland de Bois, y traigo á la digna Asamblea estas nuevas: El duque Federico, informado del considerable número de hombres de valer que diariamente afluyen á este bosque, se puso á la cabeza de un grande ejército para apoderarse aquí de su hermano y darle muerte. Había llegado ya á los linderos de este bosque, cuando se encontró con un anciano religioso, y después de una conferencia con él, quedó resuelto á abandonar su empresa y á retirarse del mundo. La corona queda devuelta á su hermano, y restituídos a sus compañeros de destierro todas las propiedades que poseían. De la verdad de estas noticias respondo con mi vida.
Duque.—Sed bienvenido, joven. Traes hermosos presentes á las bodas de tu hermano. Al uno, sus tierras confiscadas, y al otro todo un territorio, un poderoso ducado. Ante todo, acabemos en este bosque lo que fué tan felizmente comenzado; y en seguida, todos los que han compartido con nosotros acerbos