Página:Dramas de Guillermo Shakspeare - Volumen 2 (1883).pdf/225

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
207
COMEDIA DE EQUIVOCACIONES.

Adriana.—¿Y si vuestro marido fuese á hacer alguna encartada á otra parte?

Luciana.—Hasta que él hubiese vuelto á mí, yo tendría paciencia.

Adriana.—Mientras la paciencia no está perturbada, no es maravilla que se tenga tranquila. Puede ser dulce quien no tenga otro motivo. Pedimos á una alma desgraciada, oprimida por la adversidad, que esté tranquila cuando la oímos gemir. Pero si estuviéramos cargadas con el mismo peso de dolor, nos quejaríamos nosotros mismos tanto ó más aún. Así, tú que no tienes un marido duro que te aflija, pretendes consolarme instando una paciencia que no da ningún socorro; pero si vives suficiente para verte tratar como á mí, echarás pronto á un lado esta absurda paciencia.

Luciana.—Vamos, quiero casarme algún día, aunque no sea sino para hacer la prueba.—Pero, he aquí á vuestro esclavo que vuelve; vuestro marido no está lejos. (Entra Dromio de Éfeso.)

Adriana.—¡Y bien! ¿Tu tardío amo está ya cerca?

Dromio.—Verdaderamente, está á diez dedos de mí; lo cual pueden atestiguar mis orejas.

Adriana.—Dime ¿le has hablado? ¿Sabes su intención?

Dromio.—Sí, sí; ha explicado su intención á mi oreja. Maldita sea su mano. ¡Trabajo he tenido para comprenderla!

Luciana.—¿Ha hablado de una manera tan equívoca, que no hayas podido sentir su pensamiento?

Dromio.—¡Oh! ha hablado tan claro, que no he sentido sino demasiado bien sus golpes; y á pesar de esto tan confusamente, que apenas los he comprendido.

Adriana.—Pero, te ruego decirme ¿está en camino para volver aquí? ¡Parece que se cuida bien de agradar á su esposa!