Página:Dramas de Guillermo Shakspeare - Volumen 2 (1883).pdf/250

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
230
COMEDIA DE EQUIVOCACIONES.

Dromio.—¡Oh! señor, en su nariz; completamente adornada de rubíes, escarbunclos y zafiros, é inclinando su rico aspecto hacia el cálido aliento de la España que enviaba flotas enteras á cargar lastre en su nariz.

Antífolo.—¿Dónde estaban la Bélgica y los Paises Bajos?

Dromio.—¡Oh! señor; no he estado á ver tan abajo. Para concluir: este limpión ó bruja ha reclamado sus derechos sobre mí, me ha llamado Dromio, ha jurado que estaba comprometido con ella, me ha dicho las señales particulares que tenía en el cuerpo, por ejemplo, la mancha que tengo en la espalda, el lunar que hay en mi cuello, la gran berruga que tengo en el brazo izquierdo; de modo que, absorto y confundido, he huído lejos de ella, como de una bruja. Y creo que si mi pecho no hubiese estado tan lleno de fe y mi corazón tan templado como el acero, me habría metamorfoseado en perro rabón ó me habría hecho dar vueltas al asador.

Antífolo.—Vete, márchate en seguida; corre al gran camino: si el viento sopla de cualquier modo de la playa, por poco que sea, no quiero pasar la noche en esta ciudad. Si hay alguna barca lista á darse á la vela, vuelve al mercado donde me estaré paseando hasta que vuelvas. Si todo el mundo nos conoce, no conociendo nosotros á nadie, paréceme que es tiempo de alistar el equipaje y partir.

Dromio.—Como huiría un hombre para salvar de las garras de un oso su vida, así huyo yo de esa que pretende ser mi esposa.

Antífolo.—En este país no habitan sino brujas, y por consiguiente debía ya haberme ido. Mi corazón aborrece la que me llama su marido; pero su encantadora hermana posee gracias maravillosas y soberanas; su aire y sus discursos son tan encantadores que casi me he hecho traición á mí mismo. Y para no cau-