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COMEDIA DE EQUIVOCACIONES.

servirme de ella para mi esposa y sus cómplices, por haberme cerrado la puerta en pleno día.—¡Pero despacio! Veo al platero.—Véte; compra una soga y tráemela á casa.

(Sale.)

Dromio de Éfeso.—¡Ah! ¡Voy á comprar una soga!

Antífolo de Éfeso.—¡Muy lucido queda un hombre cuando cuenta con vos! Había prometido vuestra visita y la cadena; pero no he visto ni cadena ni platero. Probablemente pensasteis que mi amor á mi esposa duraría demasiado tiempo si lo encadenabais; y por tanto, no habéis venido.

Angelo.—Con permiso de vuestro jovial humor, he aquí la cuenta del peso de vuestra cadena, hasta el último quilate, la ley del oro y el precio de la hechura: todo lo cual importa tres ducados más que lo que debo á este señor.—Os ruego, me hagáis el favor de cancelarme con él desde luégo, pues está próximo á embarcarse y no espera sino esto para partir.

Antífolo de Éfeso.—No traigo conmigo la cantidad necesaria; por otra parte, tengo algunos negocios en la ciudad.—Conducid á este extranjero á mi casa; llevad con vos la cadena, y al entregarla á mi esposa, decidle que salde la suma; quizás estaré allí al mismo tiempo que vos.

Angelo.—¿Entonces llevaréis la cadena vos mismo?

Antífolo de Éfeso.—No; tomadla con vos; no sea que yo llegue tarde.

Angelo.—Vamos, señor, está bien. ¿La tenéis con vos?

Antífolo de Éfeso.—Si no la tengo, es porque vos la tenéis; sin lo cual, podríais volveros sin vuestro dinero.

Angelo.—Vamos, señor, os ruego que me déis la cadena. El viento y la marea esperan á este caballero y tengo que reprocharme el haberle retenido aquí tanto tiempo.