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COMEDIA DE EQUIVOCACIONES.

Antífolo de Éfeso.—Señor mío, os valéis de este pretexto para excusar vuestra falta de palabra, al no haberla llevado al Puerco-Espín; es á mí á quien toca regañaros por esto. Pero, á fuer de astuto, principiáis por ser el primero en querellarse.

El mercader.—La hora avanza. Señor, os ruego que os déis prisa.

Angelo.—¿Véis cómo me importuna...? Pronto, la cadena.

Antífolo de Éfeso.—¡Y bien! Llevadla á mi esposa, y recibid vuestro dinero.

Angelo.—Vamos, vamos; sabéis que os la he dado hace un momento. Enviad la cadena, ó entregadme alguna prenda.

Antífolo de Éfeso.—Veo que lleváis la broma hasta el exceso. Veamos, ¿dónde está la cadena? Dejadme verla.

El mercader.—Mis asuntos no permiten estas tardanzas; caro señor, decidme si queréis satisfacerme ó no; si no queréis, voy á dejar á este señor entre las manos del oficial.

Antífolo de Éfeso.—¿Yo, satisfaceros? ¿Y con qué satisfaceros?

Angelo.—Dando el dinero que me debéis por la cadena.

Antífolo de Éfeso.—No os debo nada, mientras no la haya recibido.

Angelo.—¡Ah! Sabéis que os la he entregado hace media hora.

Antífolo de Éfeso.—No me habéis dado ninguna cadena: mucho me ofendéis diciéndome esto.

Angelo.—Vos, señor, me ofendéis mucho más negándolo. Considerad cuánto interesa esto á mi crédito.

El mercader.—Vamos, oficial, prendedlo sobre mi demanda.