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DE WINDSOR.

Falstaff.—¡Oh! Pues recorrió todo mi exterior con intención tan manifiesta, que el fuego del deseo en sus ojos parecía quemarme como un lente puesto al sol. He aquí otra carta para ella. También ella maneja la bolsa: es una región de la Guayana: toda oro y liberalidades. Explotaré á una y otra, y serán mi tesorería. Las tendré como á mis Indias Orientales y Occidentales, y comerciaré con ambas. Vé y lleva tú esta carta á la señora Ford; tú, esta á la señora Page. Prosperaremos, muchachos, prosperaremos.

Pistol.—¿Y he de volverme un Mercurio, un Pandarus de Troya, yo que llevo un acero al cinto? No: vaya todo al diablo!

Nym.—No quiero bajezas en la broma. Ea! Tomad la carta. Yo he de conservar una conducta reputable.

Falstaff.—Aquí, muchacho (á Robin.) Lleva tú estas cartas, y sal como mi bajel hacia esas playas doradas. Y vosotros ¡bribones! fuera de aquí! lejos! Pasad como el granizo. Trabajad, surcad el suelo con los talones, buscad albergue, marchaos! Falstaff quiere acomodarse al espíritu de la época, y medrar á la francesa ¡bribones! para mí y para mi paje galoneado.

(Salen Falstaff y Robin.)

Pistol.—Que los buitres te roan las entrañas! Siempre son buenos los dados cargados y la botella, porque arriba y abajo seducen al rico y al pobre. Yo tendré llenos de testones los bolsillos, mientras tú carecerás de ellos, vil turco frigio!

Nym.—Algo me bulle en la cabeza, como sugerido por el deseo de venganza.

Pistol.—¿Quieres vengarte?

Nym.—Por el cielo y su estrella.

Pistol.—¿Por astucia, ó por acero?

Nym.—Con uno y otra. Yo conversaré con Page sobre la fantasía de este amor.

Pistol.—Y yo revelaré igualmente á Ford, cómo