Página:Dramas de Guillermo Shakspeare - Volumen 2 (1883).pdf/326

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
304
LAS ALEGRES COMADRES

y vuestro compinche Nym obtuviérais tres prórrogas; ó de lo contrario habríais tenido que ir á parar tras de las rejas, como un par de monos enjaulados. Tengo el alma condenada al infierno, por haber jurado á caballeros amigos míos, que erais buenos soldados y bravos mozos, y cuando la Sra. Bridget perdió el mango de su abanico, respondí sobre mi honor de que tú no lo habías tomado.

Pistol.—¿Y no tuviste tu parte? ¿No recibiste quince peniques?

Falstaff.—Reflexiona, bribón, reflexiona. ¿Te imaginas que he de poner mi alma en peligro, gratis? En una palabra, no procures estar colgado de mí, que no he nacido para ser el patíbulo en que te han de colgar. Vete. Una cuchilla poco larga y un poco de muchedumbre, te hacen falta. Vete á tus dominios de Pickthatch, vete. No queríais llevar una carta mía, bribón! Hacéis punto de honor! Por vida mía, has de saber tú, insondable bajeza, que lo más que puedo hacer yo mismo es mantener íntegras las circunstancias de mi honor. Yo, yo, yo mismo, algunas veces, dejando el temor al cielo en mi mano izquierda, y ocultando en la necesidad mi honor, me veo precisado á buscar astucias, á acechar, á sorprender; y sin embargo vos pretendéis esconder vuestros harapos, vuestra figura de gato montés, vuestros dicharachos y vuestros brutales juramentos, bajo la capa de vuestro honor! No, no lo haréis nunca!

Pistol.—Cedo. ¿Qué más podéis exigir de un hombre?

(Entra Robin.)

Robin.—Señor, hay aquí una mujer que desea hablaros.

Falstaff.—Déjala entrar.

(Entra la Sra. Aprisa.)

Aprisa.—Buenos días á vuestra señoría.

Falstaff.—Así los tengas, buena esposa.

Aprisa.—No de esa manera, si place á vuestra señoría.