Caius.—¿Rugbi?
Rugbi.—Señor.
Caius.—¿Qué hora es?
Rugbi.—Ha pasado, señor, la hora en que sir Hugh prometió venir.
Caius.—Por mi vida, que ha salvado su alma con no venir. Ha rezado bien en su biblia, cuando no ha venido. Voto á sanes, Rugbi, que si viene, es hombre muerto!
Rugbi.—No es tonto, señor. Él sabe bien que vuestra señoría lo habría muerto si hubiese venido.
Caius.—Vive Dios, que no hay arenque tan muerto como él cuando yo lo mate. Voy á decirte el modo cómo he de matarle.
Rugbi.—¡Ay, señor! Yo no entiendo de esgrima.
Caius.—Toma tu espada, canalla.
Rugbi.—Tened calma. Aquí viene gente.
Posadero.—Dios te bendiga, bravo doctor.
Pocofondo.—Él os salve, señor doctor Caius.
Page.—¿Qué tal, mi buen doctor?
Slender.—Os deseo buen día, señor.
Caius.—¿Á qué habéis venido todos, uno, dos, tres, cuatro?
Posadero.—Á verte batiéndote, yendo á fondo, parando, replicando, yendo de aquí para allí, dando golpes de punta y de filo, haciendo tus pases, dando tus estocadas en tercia, en cuarta, y, en fin, tu flanconada.