Slender.—Espero contar con vuestro favor, padre Page.
Page.—Tenéis mi buena voluntad, señor Slender. Estoy enteramente á favor vuestro; pero mi esposa, señor doctor, está no menos decidida por vos.
Caius.—Y ¡por vida de...! que la doncella está enamorada de mí; que así me lo ha dicho mi aya, la señora Aprisa.
Posadero.—¿Y qué decís al joven señor Fenton? Él baila, tiene el brillo de la juventud, escribe versos, habla alegremente, y tiene olor de Abril y Mayo. Él ganará la partida; él ganará la partida. Eso está en la masa de la sangre. Ganará la partida.
Page.—No con mi consentimiento, os lo aseguro. No es un caballero apetecible. Era asociado y compinche del príncipe disoluto y de Poins. Pertenece á una región demasiado elevada, y tiene demasiado mundo. No. No será con mi caudal con lo que ha de echar un remiendo á su fortuna. Si ha de tomar á mi hija, la tomará á ella sola; pues la riqueza que poseo, será dirigida por mi voluntad; y mi voluntad no se dirige hacia ese lado.
Ford.—Os suplico lo más encarecidamente que algunos de vosotros vengáis á casa á comer conmigo; pues fuera de la mesa, habrá una buena diversión: os haré ver un monstruo. Vendréis, señor doctor; y también vos, señor Page; y vos, señor Hugh.
Pocofondo.—Bien: quedad con Dios. Así tendremos más libertad para los asuntos matrimoniales en casa del señor Page.
Caius.—Vete á casa, Rugbi. Ya iré yo.
Posadero.—Adios, amigos de mi alma. Me voy donde mi honrado huésped el caballero Falstaff á beber con él un trago de vino de España.
Ford.—(Aparte.) Creo que primero beberé vino de