Página:Dramas de Guillermo Shakspeare - Volumen 2 (1883).pdf/58

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
48
JULIO CÉSAR

réis que para ello os hemos dado permiso. De otro modo no tendréis parte alguna en este funeral. Y hablaréis en la misma tribuna que yo, después de terminar mi discurso.

Antonio.—Sea así. No deseo más.

Bruto.—Preparad, pues, el cadáver y seguiduos.

(Salen todos, excepto Antonio.)

Antonio.—Perdóname ¡oh despojo desangrado! si soy manso y gentil con estos carniceros. Reliquia eres del hombre más noble que jamás vieron los tiempos. ¡Ay de la mano que derramó esta valiosa sangre! Ante tus heridas frescas aún, que abren sus labios enrojecidos como bocas mudas implorando de mi lengua la voz y la expresión, hago ahora esta profecía: Caerá una maldición sobre los miembros de los hombres: el furor intestino y la cruel guerra civil arrasarán todas las partes de Italia; la sangre y la destrucción serán tan habituales, y los objetos terribles tan familiares, que las madres no harán mas que sonreir cuando vean á sus pequeñuelos descuartizados por la mano de la guerra; la costumbre de los hechos atroces ahogará toda piedad: el espíritu de César, ávido de venganza, discurrirá teniendo á su lado á Atos acabada de salir del infierno, y gritará en todos estos confines con voz de monarca: «¡Destrucción!», y soltará los perros de la guerra; y que este crimen trascenderá por sobre la tierra en el quejido de los moribundos implorando un sepulcro. (Entra un criado.) Tú sirves á Octavio César ¿no es así?

Criado.—Así es, Marco Antonio.

Antonio.—César escribió para que viniese á Roma.

Criado.—Recibió las cartas y está en camino y me encargó deciros de palabra... ¡Oh César! (Viendo el cadáver.)

Antonio.—Tienes henchido el corazón. Apártate y llora. Veo que la pasión es contagiosa, porque al ver