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JULIO CÉSAR

tura á la cual he enseñado á lidiar, á partir, á detenerse, á correr de frente, gobernados siempre por mi espíritu los movimientos de su cuerpo. En cierto modo, Lépido no es más que esto. Tiene que ser enseñado, disciplinado, estimulado á ir adelante.—Es un espíritu estéril que se alimenta con objetos, artes é imitaciones, manoseadas por otros hombres y caídas en desuso, pero que para él son moda nueva. No habléis de él sino como de una propiedad. Y ahora, Octavio, escuchad grandes cosas. Bruto y Casio están reclutando fuerzas. Nosotros debemos ir adelante sin vacilar. Combinemos, pues, nuestra alianza, aseguremos á nuestros más fieles amigos y ensanchemos nuestros mejores recursos. Reunámonos inmediatamente en consejo para descubrir mejor las cosas encubiertas y hacer frente á los peligros visibles.

Octavio.—Hagámoslo; porque estamos en juego, circundados por muchos enemigos, y me temo que algunos de los que nos sonríen, tienen en su corazón abismos de maldad.

(Salen.)
ESCENA II.
Delante de la tienda de Bruto, en el campo cerca de Sardis.
Tambor.—Entran BRUTO, LUCILIO, LUCIO y SOLDADOS. TICINIO Y PÍNDARO se encuentran con ellos.

Bruto.—¡Alto aquí!

Lucilio.—Dad la voz y haced alto.

Bruto.—¿Qué hay, Lucilio? ¿Está Casio cerca?

Lucilio.—Va á llegar, y Píndaro ha venido á saludaros en nombre de su señor.

(Píndaro da una carta á Bruto).

Bruto.—Me saluda bien. Vuestro señor, Píndaro, por mudanza en él, ó por malos oficiales, me ha dado algún motivo para desear que cosas que habían sido