Página:Dramas de Guillermo Shakspeare - Volumen 2 (1883).pdf/95

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
83
JULIO CÉSAR

Casio.—Píndaro, sube más arriba, á aquella colina. Mi vista fué siempre débil. Mira bien, Ticinio, y dime lo que observes en el campo. (Sale Píndaro.)—En este día exhalé mi primer aliento. El tiempo se acerca, y donde principié tengo que acabar. Está llena la medida de mi vida.—¿Qué noticias?

Píndaro.—¡Oh, mi señor!

Casio.—¿Qué noticias?

Píndaro.—Ticinio está cercado de jinetes que avanzan sobre él á escape tendido, pero él sigue adelante. Ya están á su alcance. Ahora se apean algunos. ¡Oh! Él se apea también. Le han cogido. (Aclamación.) Y ¡oíd! Dan vítores de alegría!

Casio.—Baja: no mires más. ¡Oh cobarde de mí, que vivo hasta haber visto á mi mejor amigo apresado en mi presencia! (Entra Píndaro.)—Ven acá, siervo. En Parcia te hice prisionero, y me juraste como precio de tu vida, que siempre tratarías de hacer lo que yo te mandase. Pues bien: cumple tu juramento! Sé ahora un hombre libre; y con esta buena espada que atravesó las entrañas de César, busca mi seno. No te detengas á replicar. Ea! Toma la empuñadura, y cuando haya cubierto mi rostro, como ves que ya lo está, hiere! ¡César, estás vengado con la misma espada con que te dí muerte!

(Muere.)

Píndaro.—Así, soy libre. No lo habría sido de este modo, si me hubiese atrevido á hacer mi voluntad. ¡Oh Casio! Píndaro huirá lejos de este país, adonde ningún romano se pueda acordar de él. (Sale.—Vuelven á entrar Ticinio y Messala.)

Messala.—No es más que un cambio, Ticinio, porque Octavio está derrotado por el ejército del noble Bruto, como las legiones de Casio lo están por Antonio.

Ticinio.—Estas nuevas darán no poca satisfacción á Casio.

Messala.—¿Dónde le dejasteis?