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JULIO CÉSAR

Bruto.—Y yo soy Bruto, Marco Bruto soy. Bruto, el amigo de mi patria. Sabed que yo soy Bruto. (Sale cargando al enemigo. Catón el joven es vencido y cae.)

Lucio.—¡Oh joven y noble Catón! ¿Has caído? Pues mueres tan valerosamente como Ticinio, y bien se te debe honorar como al hijo de Catón.

Soldado 1.º—¡Ríndete ó mueres!.

Lucilio.—Yo no me rindo sino para morir. Toma este dinero para que me mates pronto (le ofrece dinero); para que te honres con la muerte de Bruto.

Soldado 1.º—No debemos hacerlo. ¡Un noble prisionero!

Soldado 3.º—¡Campo! ¡Campo! Decid á Antonio que Bruto está en nuestras manos.

Soldado 1.º—Daré la nueva. Aquí viene el general. (Entra Antonio.)—¡Bruto es prisionero, señor, Bruto es prisionero!

Antonio.—¿Dónde está?

Lucilio.—En salvo. Antonio, Bruto está bastante salvo. Me atrevo á asegurarte que jamás enemigo alguno cogerá vivo al noble Bruto. Los dioses le defienden de tan gran vergüenza. Cuando le encontréis, vivo ó muerto, le hallaréis digno de sí mismo, digno de Bruto!

Antonio.—Amigo, este no es Bruto; pero te aseguro que es una presa que no vale menos. Vela por la seguridad de este hombre y trátalo con toda bondad. Prefiere tener á tales hombres por amigos que por enemigos. Marchad y ved si Bruto está vivo ó muerto, y avísanos en la tienda de Octavio de todo lo que haya acontecido.

(Salen.)