la Agencia de las Mensajerías en Saigon, capital de la Cochinchina francesa.
Situado al lado opuesto del río, hay que atravesar éste en una lancha para llegar á la ciudad. Sin querer exclama uno: «Esto es Francia.» En efecto, los hijos de San Luís tienen tres necesidades, que no pueden dejar de satisfacer, y que imprimen el sello hasta á sus colonias menos importantes: Cafés, restaurants y demi-monde. Saigon está alumbrada por gas, como todas las posesiones inglesas del Asia; pero como en estas los establecimientos de diversión pública no existen, resultan oscuros, mientras que en la metrópoli de la Cochinchina la luz incita al paseante á recorrer su muelle, y la gente vive de noche, sin cuidarse de la hora del apaga-fuegos.
Otro distintivo peculiar de la buena administración francesa es que el barquero ó el cochero no te exigen nunca más dinero del que tú les das por su trabajo.
Las calles, nacientes aún, están edificadas sobre bosques y jardines; pero estos, ni tienen el aspecto virgen de Ceylán, ni el ondulante y caprichoso de Singapore. El rectángulo impera; han obligado á los árboles á aprender táctica, y todos se han tenido que alinear, para producir anchos boulevares sujetos á escuadra. El palacio del gobernador es un magnífico y suntuoso monumento, los jardines recuerdan el parque Monceau de París. Dentro de algunos años aquello no se diferenciará en nada de una capital de provincia francesa, aparte de las chozas de los naturales.
La arteria principal de Saigon se llama calle de España. Es el único testimonio y el solo provecho que hemos sacado de la campaña de Cochinchina, en la