Con las ansias de la muerte se ponen á hacerle el tocado, incluso peinarle, operación que en las mujeres invierte horas enteras; y acto continuo le revisten de todos los trajes que constituyen su ajuar, puestos unos sobre otros, á fin de que en la otra vida no carezca de abrigo. Ya en las postrimerías, le arrojan de la cama abajo, pues ningún chino debe morir sino en el duro suelo, y cerrados los ojos, guardan el cadáver durante tres días, en los que los bonzos, con los invariables instrumentos de gong, chirimía ó dulzaina y timbalillo de metal, se entregan en la casa mortuoria á sus oraciones fúnebres, acompañados de los parientes más cercanos, que se distinguen por una montera de tela blanca con que cubren la cabeza. El luto consiste en ponerse el cordón de la coleta de color azul y revestir la casa con entrepaños de papel celeste, tambien con caracteres dorados, en los que se consignan el nombre del finado y las máximas sobre el respeto debido á los que ya no son.
Transcurrido aquel plazo, meten el cuerpo en una caja cuadrilonga con una especie de medias cañas superpuestas en toda la longitud de sus lados, lo que, vistas por sus testeros, le da la apariencia de una flor de cuatro hojas, y en tal estado conservan el cadáver en la casa dos, cuatro meses y hasta un año, según los medios de que dispone la familia, pues en todo este intervalo continúan las preces, y por consiguiente los gastos.
Llegado el día del entierro, se reunen parientes, amigos, llorones, bonzos y músicos, y precedidos de dos con estandartes de madera, se dirigen al sitio de la inhumación. Si el muerto es pobre, le dan sepultura en el cementerio general, que es el lomo de una colina sin tapia ni cercado, lleno de pilares de piedra, donde está inscrito el nombre del que debajo reposa.
Si, por el contrario, se trata de un rico, el féretro es transportado á veces á centenares de leguas de distan-