La primera parte la constituye la afluencia de cien mil forasteros á una ciudad de sesenta y ocho mil almas; se albergan donde pueden, duermen donde se albergan y comen en la alcoba: no he nombrado la calle porque se sobreentiende.
Cuatro días de fiesta: ni una borrachera, ni un robo, ni una disputa.
¿Quién es Hon-Kung? No lo sé, ni tengo tiempo de estudiarlo en este momento. Es, según voz pública, el primero, después de Dios, de los santos de la corte celestial china. Se le invoca para que conceda paz á todo el imperio, le preserve de epidemias y le otorgue riquezas innúmeras; participa, por consiguiente, del Jano de los paganos, del San Roque de los católicos y de la lotería de los españoles.
En el cómputo chino, cada tres años traen uno bisiesto, que se compone de una luna más de veintinueve ó treinta días en la lunación séptima, época en que debe verificarse la fiesta del santo; pero como no siempre hay dinero disponible, redúcese aquella á una modesta manifestación, transcurriendo á veces catorce y más años sin que tenga efecto una solemnidad como la que voy á describir, y que en la ocasión