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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

cipalmente si es español, no la quiere sino para irse á tierra de cristianos; pero que él facilitaría este inconveniente con hacer que un moro tagarino fuese á la parte con él en la compra de la barca y en la ganancia de las mercancías; y con esta sombra él vendría á ser señor de la barca, con que daba por acabado todo lo demás. Y puesto que á mí y á mis camaradas nos había parecido mejor lo de enviar por la barca á Mallorca, como la mora decía, no osamos contradecirle, temerosos que, si no hacíamos lo que él decía, nos había de descubrir y poner á peligro de perder las vidas, si descubriese el trato de Zoraida, por cuya vida diéramos todas las nuestras; y así, determinamos de ponernos en las manos de Dios y en las del renegado; y en aquel mismo punto se le respondió á Zoraida, diciéndole que haríamos todo cuanto nos aconsejaba, porque lo había advertido tan bien como si Lela Marién se lo hubiera dicho, y que en ella sola estaba dilatar aquel negocio ó ponello luego por obra.

»Ofrecíle de nuevo de ser su esposo; y con esto, otro día que acaeció estar solo el baño, en diversas veces, con la caña y el paño, nos dió dos mil escudos de oro y un papel donde decía que el primer jumá, que es el viernes, se iba al jardín de su padre, y que antes que se fuese nos daría más dinero; y que si aquello no bastase, que se lo avisásemos; que nos daría cuanto le pidiésemos; que su padre tenía tanto, que no lo echaría menos, cuanto más, que ella tenía las llaves de todo.

»Dimos luego quinientos escudos al renegado para comprar la barca; con ochocientos me rescaté yo, dando el dinero á un mercader valenciano que á la sazón se hallaba en Argel, el cual me rescató del rey, tomándome sobre su palabra, dándola de que con el primer bajel que viniese de Valencia pagarían mi rescate porque si luego diera el dinero, fuera dar sospechas al rey que había muchos días que mi rescate estaba en Argel, y que el mercader, por sus granjerías, lo había callado. Finalmente, mi amo era tan caviloso, que en ninguna manera me atreví á que luego se desembolsase el dinero. El jueves, antes del viernes que la hermosa Zoraida se había de ir al jardín, nos dió otros