que en un rincón otros pequeñines tienden una escudilla llena de comida á dos polluelos de oca.
Todos los personajes son de porcelana, pintados con extraordinaria delicadeza; los dos volátiles, sobre todo, son sorprendentes por la sensación de vida y de verdad que dan.
He aquí, por último, un magnífico biombo que vale, á lo que parece, cincuenta mil pesetas. Es una obra de arte de gran lujo. La descripción no puede dar idea de ella; flores de nácar y de cobre, cada una de cuyas hojas parece temblar al viento, frágiles cañas entrelazadas, racimos de glicina, peonías deslumbrantes se destacan sobre el fondo sombrío de la laca. Esto es todo; pero es preciso ver la amplitud soberbia del dibujo, la delicadeza del cincelado, la dulce armonía de los colores, para comprender toda la belleza de esta obra incomparable.
Las porcelanas más bellas provienen de la manufactura de Arita. Es difícil ver una obra más acabada,
más perfecta, más fina, más elegante que esta pieza
trabajada con un cuidado superior á toda ponderación.
Es un pebetero pequeñito compuesto de un vaso
cilíndrico, colocado en otro sobre el cual descansa la
tapadera. El vaso interior es sencillamente de barro,
de un blanco dulce como la médula de las cañas; el
color hubiera empastado los contornos perjudicando en
cierto modo la excesiva delicadeza de las figuras de la
ornamentación, que consiste en un ligero bajorrelieve
esculpido con exquisita fineza.