EN LA LEGACIÓN DEL JAPÓN EN PARÍS
Un día, mi muy llorado amigo Hitsonda Komiozi, agregado entonces á la legación japonesa de París, vino á verme:
—Es preciso que conozca usted la ceremonia del te—me dijo.
—¿La ceremonia del te?
—Sí, es muy importante. No completaría usted su educación japonesa si dejara usted de conocerla.
—Confieso humildemente que la ignoro y tengo gran impaciencia por presenciarla.
—¡Ah!—exclamó paseándose de un extremo á otro de la habitación — es extraordinariamente complicada; necesita muchos preparativos y no pocos objetos, algunos de gran valor. En ciertas colecciones hay figuritas de estas que han costado centenares de miles de francos.
—¡Cáspita!
—Simplificaremos —agregó riéndose.— Pero de
todos modos, se necesitan algunos preparativos.
—En fin ¿qué es? ¿una procesión?