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Eric Boman. El Pucará de Los Sauces.

desprendido de la misma. La superficie de la meseta es plana. En varias partes de ella, especialmente al este, se encuentran unos círculos de piedras puestas directamente sobre el suelo, ahora bastante dislocadas. Son probablemente restos de antiguos hogares, como lo demuestran la ceniza, fragmentos de huesos, etc., que se hallan debajo y en las inmediaciones de ellos.

En el punto k, sobre la meseta, se observa una roca horizontal, de poca elevación sobre el suelo, de unos 4 m. de largo por 2 de ancho, en la que hay excavados tres morteros de los diámetros y profundidades respectivas de 20 y 25 cm., 20 y 20 cm., 13 y 2 cm. Los diámetros son medidos en la boca de los morteros; en el fondo éstos son un poco más estrechos. El último, de solamente 2 cm. de profundidad, es probablemente un mortero recién empezado. Estos morteros eran usados por los indios prehispánicos para moler granos. En algunas partes son empleados para este objeto todavía hoy día, como tuve ocasión de observarlo en Amushina, en el departamento de San Blas de Los Sauces, al norte de La Rioja. Lo mismo sucede en las regiones occidentales de Norte América[1].

La meseta cercada, aunque naturalmente no es una fortaleza inexpugnable como el cerro fortificado arriba descripto, sin embargo, gracias á sus laderas casi á pique y á sus murallas, debe haber posibilitado una resistencia bastante eficaz contra asaltantes que por armas llevaban flechas, lanzas, hondas y hachas de piedra. Los restos de hogares y los morteros fijos en la roca indican que la meseta ha servido de campamento permanente ó temporario de los indios, que probablemente en tiempos de guerra y de inseguridad se retiraban al pucará, donde sólo por medio de un sitio prolongado podían ser reducidos.

Faltan ruinas de habitaciones sobre la meseta; éstas deben haber sido construidas de madera y paja, como lo son muchos de los ranchos actuales. El agua, tanto en la meseta como en el pucará, tiene que haberse traído del río cercano, y, en el caso de sitio, debían los defensores acumular en la fortaleza provisiones suficientes de este líquido imprescindible, probablemente guardadas en grandes cántaros de barro cocido.

Los nacimientos del río están situados al otro lado del camino carretero á unos 300 m. de la meseta y cerca del muro de altas mon-

  1. Véase Handbook of American Indians. Bulletin of the Bureau of American Ethnology. V 30: Washington. 1907: p. 543.