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CAPÍTULO XX.


Viaje al interior.—Víno de coco.—Fuga del asno.—Búfalos.


Al pasar por la alameda que conducia desde el Puente de familia á Falkenhorst, encontrámos la mayor parte de los árboles torcidos y hasta algunos tronchados por el viento, y para sostenerlos y evitarlo en lo sucesivo, determiné ir al dia siguiente al otro lado del promontorio á buscar cañas de bambú para hacer estacas que asegurasen los troncos demasiado tiernos para resistir la violencia de los vientos. Cuando anuncié mi proyecto para el otro dia, todos quisieron ser de la partida. La relacion que hiciéramos de lo hermoso y pintoresco de esta comarca aun desconocida del resto de la familia, tenia excitada la curiosidad general. Cada cual inventó un pretexto para acompañarme; mi esposa, el de buscar para las cluecas huevos de pava silvestre y renovar la provision de cera para hacer bujías; Santiago deseaba comer guayabas, y Franz cañas dulces: en una palabra, todos alegaban su razon más ó ménos especiosa para ser admitidos en la expedicion, la cual quedó fijada para la mañana siguiente.

Salímos en caravana; el asno y la vaca uncidos á la carreta condujeron las provisiones y una vela para que nos sirviese de tienda de campaña, previendo que la ausencia se prolongaria algunos dias. Puestos en marcha atravesámos campos enteros de yuca y patatas, y luego el bosque de los guayabos, donde los niños se regalaron á su placer. La carreta considerablemente resentida por el continuo acarreo que habia sufrido rodaba dificultosamente por aquel terreno escabroso: el eje giraba con pesadez y con un rechinamiento capaz de lastimar el ménos delicado tímpano que nos obligaba á detenernos á menudo para untar con sebo los cubos que el grandísimo calor resecaba á cada instante, y á veces, no bastando esto, empleábamos el hacha y la paciencia para superar los obstáculos. Llegámos por fin al sitio donde se hallaba la colonia de aves, de que arriba hice mencion, que fue objeto de admiracion para mis hijos, y para Ernesto ocasion de lucir su erudicion, diciéndonos que los habitantes de ese nido se llamaban segun el sistema de Linneo loxia socia, y segun el de otro naturalista, loxio gregoria; nos hizo