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CAPÍTULO XXIX.


Aniversario de nuestra salvacion.—Ejercicios gimnásticos.—Distribucion de premios.


Una mañana que me levanté más temprano de lo acostumbrado, discurriendo en qué me entretendria, miéntras la familia estaba todavía acostada ocurrióseme la idea de averiguar el tiempo que habia trascurrido desde nuestra llegada á la isla, y con gran sorpresa vine á saber, computando las fechas con la posible exactitud, que aquel dia era justamente la víspera del aniversario de tan grande acontecimiento. Iba pues á cumplir un año justo en que Dios nos tendió su clemente mano salvándonos del naufragio. Este recuerdo despertó en mi alma un nuevo sentimiento de profunda gratitud, y resolví celebrar esta fiesta con la solemnidad que permitiese nuestra situacion.

Sin decir palabra á nadie de mi designio, hice que todos se levantasen temprano, y el desayuno pasó como de costumbre; la mañana se empleó en las faenas ordinarias, y por la tarde, despues de la comida, que hice anticipar como una media hora, cuando estábamos de sobremesa anuncié con acento grave la gran festividad del dia siguiente:

—Hijos mios, dije, es menester prepararnos para celebrar mañana dignamente el aniversario de nuestro desembarco en esta isla.

Estas palabras unidas al anuncio de una fiesta y por consecuencia de un dia de asueto, alborozaron á mis hijos. Su madre no quedó ménos pasmada que ellos al saber que ya habia trascurrido un año desde nuestro naufragio.

—Nada tiene de particular, la dije, pues el trabajo abrevia el tiempo. Para el hombre ocioso los dias corren con alas de plomo, y para el ocupado vuelan con la rapidez del águila.

Federico no comprendia el motivo de celebrar aquel recuerdo, y le hice comprender que iba encaminado á dar gracias á Dios por sus inagotables mercedes, en especial por la que nos dispensó en aquel memorable dia salvándonos