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EL ROBINSON SUIZO.

para despojarles de esta produccion, y cómo los holandeses, que han llegado á domesticar algunos, especialmente los gatos de algalia, hacen un buen negocio, encerrándolos en épocas dadas en las que deponen en su excremento el contenido de sus vejigas, y luego los sueltan para repetir en su dia la misma operacion.

—El olor tan fuerte que despiden esos animales, continué, quizá tenga por objeto encontrarse mútuamente para atraer su presa y apoderarse de ella con facilidad, hipótesis que era verdadera respecto al cocodrilo, para quien el almizcle es un cebo así como para algunos pescados.

Las especies de cuadrúpedos que llaman almizcleros son numerosas, y en casi todos las glándulas que contienen la materia olorosa se encuentran cerca de la region del ano. El castor produce el castoreum, que emplea la medicina en el tratamiento de las enfermedades nerviosas. El gato ya citado de algalia posee idénticas propiedades. Pero el animal de este género más generalmente conocido es el desman almizclero, originario de Asia, que tiene el depósito del perfume debajo del ombligo.

—Ojalá encontrásemos uno de esos gatos de algalia, dijo Franz, pues haria lo que los holandeses.

—Y no te costaria gran trabajo, le repondí, encerrándole en el gallinero, porque este animal tiene mucha aficion á las aves.

—Más me acomodaria el desman, pues pudiéndolo domesticar, luego lo despojaria de su aroma.

—Ignoro, añadí, si todos los países serán adecuados para engendrar el amizcle, y si se ha logrado domesticar esos desmanes.

Estando en esta conversacion llegaron Federico y Santiago, que traian una gallineta silvestre y un nido de huevos. Pusímos estos en seguida á una de las gallinas que estaba clueca, y la campesina se agregó á las del corral.

Acto continuo nos reunímos al redor de un potaje de arroz que mi esposa nos presentara. El cabiar, del que tambien habia asado un trozo, pareciónos detestable, el cual se echó á los perros, que ménos delicados, lo prefirieron á las ratas, que les repugnaban á causa del acre olor á almizcle de que estaban impregnadas.

La comida fue alegre, y como habíamos recobrado nuestro buen humor, tranquilos en cierta manera por no haber encontrado el menor indicio del terrible boa, la familia menuda se desató en bromas y epigramas contra el vencedor de las ratas, como llamaban ya al pobre Ernesto por su hazaña en el arrozal.

Lo mucho que se habló en la mesa y las cuestiones que se reprodujeron sobre las dichosas ratas, sus pieles, el almizcle y otras mil cosas, no pudieron hacer olvidar el detestable sabor que en la boca nos habia dejado el cabiar.

—¡Qué lastima! dijo Ernesto suspirando. ¡Ah! ¡si tuviéramos siquiera algun postre para quitarnos el mal gusto!

Al por esta exclamacion Federico y Santiago se levantaron, yendo á regis-