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EL ROBINSIN SUIZO.

travesía habia sentido un viento fresco que le daba en el rostro el cuál sería favorable á la vuelta, accedí á su deseo y pusímos manos á la obra.

Fijando una sólida percha en uno de los tablones de la balsa, con una garrucha sujetámos á la punta un gran trozo de lona triangular, con el correspondiente cordaje á fin de manejarlo desde junto al timon; suplicóme despues Federico que en el remate del asta prendiese un gallardete encarnado, quedando más ufano cuando ondeó que con la vela hinchada por el viento. Sin levantar mano arreglámos un banquillo para mí cerca del timon, y á los costados fijámos fuertes argollas para sujetar los remos.

En esto iba espirando el dia, y no pensando ya regresar á tierra, enarbolámos las señales convenidas para anunciar esta determinacion á los de la playa, y el resto de la tarde lo empleamos en sustituir con otro cargamento más provechoso el cascote que lastraba la balsa.

Tomámos cuanto nos pareció conveniente, todo género de utensilios, y con preferencia pólvora y proyectiles, de que estaba bien provisto el buque, destinado como iba al establecimiento de una colonia en los mares del Sur. Sin embargo, en razon á la pequeñez de nuestra embarcacion, tuvímos que escoger con severa parsimonia, sin olvidar empero los cuchillos, cucharas y batería de cocina en que ántes no pensáramos, á lo cual agregámos jamones, chorizos, trigo, maíz, cebada y otros granos, hamacas y mantas; y como para Federico al parecer no bastaban todas las armas del mundo, apoderóse de otros dos carabinas y un cajon de puñales y espadas, embarcando además por mi parte un barril de pólvora, un rollo de lona y mucho cordaje.

Colmadas quedaban las tinas, excepto dos estrechísimos huecos para colocarnos nosotros, y sobreviniendo la noche durante el trasiego, resolvímos pasarla en la cámara de popa. Resplandecia en la playa una hoguera que nos tranquilizaba á cerca de nuestra amada familia, y para contestar encendímos cuatro farolas, á cuya aparicion sonaron en tierra cuatro estampidos en señal de inteligencia. Entregámonos desde luego al descanso, encomendando al Señor el precioso depósito que colocáramos bajo su divina proteccion.