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por la carta escrita; él por las señas que dió. Este dice aquí lo que quiere el Poeta, y no en fuerza de la fábula: y por lo mismo está cerca de incurrir en el vicio notado de falta de artificio[1]; pues igualmente se pudieran enlazar varias otras cosas. De esa manera es el ruido de la lanzadera en el Tereo de Sofocles. La tercera[2] es por la memoria de lo pasado, sintiéndose al vér ú oir algun obgeto, como en las Victorias de Venus por Diceógenes; el otro viendo una pintura, dió un suspíro; y en la conversacion de Alcinoo, Ulises oyendo al Citarista, y acordándose de sus hazañas, prorumpió en lágrimas; por donde fué conocido. La quarta por via de argumento; como en las ofrendas al sepulcro: Algun semejante mio ha venido aquí: ninguno es mi semejante sino Oréstes: luego él ha venido. De esta manera se vale Polides el sofista en la Ifigenia, poniendo en boca de Oréstes una ilacion verosimil; que habiendo sido sacrificada su hermama, él habia de tener la misma suerte. Tal es tambien la de Teodéctes en el Tidéo, quien dice; ser nieto[3] del que yendo con esperanza de hallar á su hijo, pereció en el camino: y la de las hijas de Finéo, las quales mirando el lugar fatal, arguyéron ser inevitable la parca; que su hado era morir allí, pues allí mismo habian sido espuestas á la muerte recien nacidas. Hay tambien cierto argumento aparente por la falsa conclusion del teatro; como el falso nuncio de Ulises[4]: el qual dixo en prueba que conoceria quál era su arco (y no le habia visto); y el teatro como le viese acertar, infirio falsamente que conocia á su dueño. El reconocimiento empero mas brillante de todos es, el que resulta de los mismos sucesos, causando admiracion los lances verosimiles: quales son los del Edípo de Sofocles, y de la Ifigénia (donde se hace verosimil[5]