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 5 Entre todos Homero merece ser alabado, así por otras muchas cosas, como principalmente porque solo él sabe lo que corresponde á su oficio: pues el Poeta debe hablar lo ménos que pueda en persona propia; no siendo en eso imitador. Al revés los demas se empeñan continuamente en decir sus razones, imi tando pocas cosas, y raras veces. Mas éste, haciendo la salva en pocas palabras, introduce imediatamente á un hombre, ó á una muger, ó á otro sugeto[1]; y ninguno sin divisa, sino revestido de su propio caracter.

6 [2] A la verdad en las Tragedias es menester emplear lo maravilloso; pero mucho mayor proporcion tiene para eso la Epopeya: la causa es porque no se vé con los ojos la persona operante. Por cierto si se representára en el teatro la carrera de Aquíles persiguiendo á Ector, pareceria bien ridícula, mirando á tantos soldados[3] quedos sin moverse, y á él que les hace señas que nadie le siga: mas en los versos se disimula mas facilmente; y lo maravilloso deleyta: de lo qual es buen indicio, que los que se ponen á contar cuentos prometen esto á fin de ganar las voluntades.

7 Homero es[4] tambien el que con arte ha enseñado á los demas á contar fábulas con visos de verdad; lo que viene á ser paralogismo: creyendo vulgarmente los hombres que dada ó hecha esta cosa, resulta ordinariamente esotra: y si la última exíste, tambien debió exístir ó hacerse la primera: y esto engaña, por quanto cabe que la primera sea falsa: ni es tampoco absolutamente necesario, que por exístir ésta, se haga ó se siga esotra, ó al revés: dado que nuestra mente conociendo ser cierta esotra, infiere falsamente que tambien la primera[5] lo es. En todo caso mas vale elegir cosas naturalmente imposibles, con tal que