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definible, cuya presencia obliga al hombre á inclinar la frente ante la potencia y majestad de Dios que los formó.

Los Andes!

Yo comprendí y admiré á San Martin cuando, á la sombra de la bandera patria y vistíendo el uniforme del soldado argentino, escalé, persiguiendo al indio que en ellas tenia su guarida, las cumbres casi inacesibles de sus montañas, recorrí sus valles lujuriosos, ascendí sus laderas escarpadas, escuché el rumor salvaje y potente de sus torrentes, mire sin ver en el antro de sus abismos profundos, atravezé sus rios, crucé sus montes abriéndome paso con el sable por los enmarañados breñales, y contemplé deslumbrado el fuego de sus volcanes eternamente encendidos como una antorcha colosal: y todo lo contemplé grande, inmenso, magestuoso, menos yo, que me ví pigmeo ante tanta, estupenda magnitud!

Y vencida la naturaleza por el esfuerzo y patriotismo de aquellos varones, restábales aun vencer al leon que, preparada la rampante garra, esperábales avisado al combate en la Cuesta de Chacabuco.

Grande fué el triunfo y disputado por el brioso enemigo que "fué pasado á bayonetazos" dice San Martin en el parte de la batalla, por los bravos del 1° de Cazadores.

Peña obtuvo la medalla de plata de Chacabuco cuyo diploma, extendido en el cuartel general de Santiago de Chile, lleva la firma de San Martin y la del general Miguel Brayer que vino á empequeñecer en América la distinguida fama que obtuviera en Europa.