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templándolos, los colores de aquella bandera que habia seguido á través de las más altas montañas del globo y que había sostenido en médio del fuego, de la muerte y del estrago de batallas dadas en nombre de la libertad humana en contra de la tiranía feral del hombre sobre el hombre; yá no podía recrear la vista, que le abandonára por siempre, en el imponente, salvaje espectáculo de la naturaleza andina, rica de galas, exhuberante de colores, de magestuosa, colosal grandeza; para él no existian yá aquellas montañas abruptas, de rápidas y riscosas laderas, cuya cima había hollado en representacion y defensa del derecho americano y cuya memoria inmortalizára con su atrevido paso aquel gigante de la historia que naciera á la sombra de los bosques umbrios de "Yapeyú"; para él no existia el fuego rojizo de sus volcanes qué alumbrára en la oscuridad de la noche las fragosidades de innumerables desfiladeros como antorcha colosal encendida por la mano de Dios para iluminar el camino de los libres; para él habia perdido su alba blancura aquella nieve eterna que diera un color á su bandera y que era ménos helada que el corazon de los tiranos que habia ido á combatir y vencido en combates homéricos; para él no tenia vuelos magestuosos el águila ni el cóndor y habian desaparecido las inmensas, dilatadas llanuras, anchas como mar, de la Pátria Argentina que cruzára antes al compás bélico de los atambores y clarines de la guerrera tropa; para él la gran ciudad que baña el Plata no tenia, monumentos, ni calles, ni plazas; su esposa, la compañera inseparable de sus horas, no tendría alegrías en el rostro, sus hijos sonrisas en el lábio inocente, sus tiernos nietos