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talentos como el del santiagueño Juarez, el riojano Camaño y el santafecino Iturri; los tiempos y la institucion habian cambiado, comenzando su transformacion en 1767 en que el Mayor Fabro, obedeciendo á Bucarelli, desalojára de los claustros yá históricos á los relijiosos que les daban vida y especial carácter, siendo reemplazados por los Franciscanos que tambien dejaron apellidos dignos del recuerdo póstumo: Barsola, Barrientos, Parra y otros.

Los tiempos, digo, habian cambiado: algo más que de teolojía se hablaba en aquella mansion de imperturbada paz y reposo sometida á las reglas invariables de un escolasticismo rudo; algo que tocaba más directamente al corazon y heria al alma, se oia en aquellos pesados, lóbregos, interminables claustros; algo que salvando la valla de sus imponentes muros y desparramándose por el interior calentaba cerebros y hacia latir corazones jóvenes; algo que venia de afuera, de las rejiones del pampero, y que como sus vientos se habia introducido por los resquicios de la colonial escuela.

Era una idea nueva y un sentimiento nuevo: era un sentimiento y una idea que modulada por el lábio, aún inocente y puro de aquellos niños estudiantes, reventaba en una palabra cuyo éco gigante repercutia en la bóveda pesada; y convertida en lampo de luz radiaba sus esplendores por el ambiente lóbrego del claustro: una palabra que lo dice todo: Pátria!

Era el despertamiento del alma argentina que conmoveria al mundo americano y le arrancaria del caos de absolutismo y tirania en que estaba sumerjido; que iniciaría sus primeros espasmos con Tupac--