luntad general, como en hacer que siempre sea esta preguntada y que responda siempre.
Muchas reflecsiones podria hacer aqui sobre el simple derecho de votar en todo acto de soberanía, derecho que nadie puede quitar á los ciudadanos, y sobre el de opinar, proponer, dividir y discutir, que el gobierno tiene mucho cuidado en no dejar mas que á sus miembros; pero esta importante materia exijiria un tratado á parte, y no es posible decirlo todo en este.
Hemos visto en el precedente capítulo el modo de tratar los negocios generales, puede dar un indicio bastante seguro del estado actual de las costumbres y de la salud del cuerpo político. Cuanta mas conformidad reine en las asambleas; esto es, cuanto mas se acerquen las decisiones á la unanimidad, tanto mas dominante será tambien la voluntad general; y al contrario, los largos debates, las disensiones y el tumulto anuncian el ascendiente de los intereses particulares y la decadencia del estado.
No parece esto tan evidente cuando dos ó mas clases entran en su constitucion, como en Roma los patricios y los plebeyos, cuyas contiendas perturbaron á menudo los comicios, aun en los tiempos mas prósperos de la repú-