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DON QUIJOTE.
la Serpiente, ó de otra insignia alguna, debajo de la cual hubiere acabado grandes hazañas. Este es, dirán, el que venció en singular batalla al gigantazo Brocabruno de la gran fuerza, el que desencantó al gran Mameluco de Persia, del largo encantamento en que habia estado casi novecientos años: así que de mano en mano irán pregonando sus hechos, y luego al alboroto de los muchachos y de la demas gente, se parará á las fenestras de su real palacio el rey de aquel reino: y así como vea al caballero, conociéndole por las armas ó por la empresa del escudo, forzosamente ha de decir: Ea, sus[1], salgan mis caballeros cuantos en mi corte están á recebir á la flor de la caballería que allí viene: á cuyo mandamiento saldrán todos, y él llegará hasta la mitad de la escalera, y le abrazará estrechísimamente, y le dará paz besándole en el rostro, y luego le llevará por la mano al aposento de la señora reina, adonde el caballero la hallará con la infanta su hija, que ha de ser una de las mas fermosas y acabadas doncellas, que en gran parte de lo descubierto de la tierra á duras penas se puede hallar. Sucederá tras esto luego en continente, que ella ponga los ojos en el caballero, y él en los della, y cada uno parezca á otro cosa mas divina que humana: y sin saber cómo ni cómo no, han de quedar presos y enlazados en la intrincable red amorosa, y con gran cuita en sus corazones, por no saber como se han de fablar para descubrir sus ansias y sentimientos. Desde allí le llevarán sin duda á algun cuarto del palacio ricamente aderezado, donde habiéndole quitado las armas, le traerán un rico manton de escarlata con que se cubra: y si bien pareció armado, tan bien y mejor ha de parecer en farseto[2]: venida la noche, cenará con el rey, reina é infanta, donde nunca quitará los ojos della, mirándola á furto de los circunstantes, y ella hará lo mesmo con la mesma sagacidad, porque como tengo dicho, es muy discreta doncella. Levantarse han las tablas, y entrará á deshora por la puerta de la sala un feo y pequeño enano con una fermosa dueña, que entre dos gigantes detras del enano viene con cierta aventura hecha por un antiquísimo sabio, que el que la acabare será tenido por el mejor caballero del mundo: mandará luego el rey que todos los que están presentes la prueben, y ninguno le dará fin y cima sino el caballero huésped, en mucho pro de su fama, de lo cual quedará contentísima la infanta, y se tendrá por