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CAPÍTULO XXVIII.

des á mis parientes: los dias eran todos de fiesta y de regocijo en mi calle: las noches no dejaban dormir á nadie las músicas: los billetes, que sin saber cómo, á mis manos venian, eran infinitos, llenos de enamoradas razones y ofrecimientos, con menos letras que promesas y juramentos: todo lo cual no solo no me ablandaba, pero me endurecia de manera, como si fuera mi mortal enemigo, y que todas las obras que para reducirme á su voluntad hacia, las hiciera para el efeto contrario: no porque á mí me pareciese mal la gentileza de Don Fernando, ni que tuviese á demasía sus solicitudes, porque me daba un no se qué de contento verme tan querida y estimada de un tan principal caballero, y no me pesaba ver en sus papeles mis alabanzas, que en esto, por feas que seamos las mugeres, me parece á mi que siempre nos da gusto el oir que nos llaman hermosas; pero á todo esto se oponia mi honestidad y los consejos continuos que mis padres me daban, que ya muy al descubierto sabian la voluntad de Don Fernando, porque ya á él no se le daba nada de que todo el mundo la supiese. Decíanme mis padres que en sola mi virtud y bondad dejaban y depositaban su honra y fama, y que considerase la desigualdad que habia entre mí y Don Fernando, y que por aquí echaria de ver que sus pensamientos, aunque él dijese otra cosa, mas se encaminaban á su gusto que á mi provecho; y que si yo quisiese poner en alguna manera algun inconveniente para que él se dejase de su injusta pretension, que ellos me casarian luego con quien yo mas gustase, así de los mas principales de nuestro lugar, como de todos los circunvecinos, pues todo se podia esperar de su mucha hacienda y de mi buena fama. Con estos ciertos prometimientos, y con la verdad que ellos me decian, fortificaba yo mi entereza, y jamas quise responder á Don Fernando palabra que le pudiese mostrar, aunque de muy lejos, esperanza de alcanzar su deseo. Todos estos recatos mios, que él debia de tener por desdenes, debieron de ser causa de avivar mas su lascivo apetito, que este nombre quiero dar á la voluntad que me mostraba, la cual, si ella fuera como debia, no la supiérades vosotros ahora, porque hubiera faltado la ocasion de decírosla. Finalmente, Don Fernando supo que mis padres andaban por darme estado por quitalle á él la esperanza de poseerme, ó á lo menos porque yo tuviese mas guardas para guardarme, y esta nueva ó sospecha fué causa para que hiciese lo que ahora oireis.

Y fué, que una noche estando yo en mi aposento con sola la compañía de una doncella que me servia, teniendo bien cerradas
TOMO I.
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