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Don Quijote.

pea debajo del nombre del Caballero de la Triste Figura, y trae por escudero á un labrador llamado Sancho Panza: oprime el lomo y rige el freno de un famoso caballo, llamado Rocinante, y final- mente tiene por señora de su voluntad á una tal Dulcinea del To- boso, llamada un tiempo Aldonza Lorenzo, como la mia, que por llamarse Casilda y ser de la Andalucía, yo la llamo Casildea de Vandalia. Si todas estas señas no bastan para acreditar mi verdad, aquí está mi espada que la hará dar crédito á la mesma increduli- dad.-Sosegaos, señor caballero, dijo Don Quijote, y escuchad lo que deciros quiero. Habeis de saber, que ese Don Quijote que de- cis, es el mayor amigo que en este mundo tengo, y tanto, que po- dré decir que le tengo en lugar de mi mesma persona, y que por las señas que dél me habeis dado tan puntuales y ciertas, no pue- do pensar sino que sea el mesmo que habeis vencido: por otra par- te veo con los ojos y toco con las manos, no ser posible ser el mes- mo, si ya no fuese que como él tiene muchos enemigos encantado- res, especialmente uno que de ordinario le persigue, no haya algu- no dellos tomado su figura para dejarse vencer, por defraudarle de la fama que sus altas caballerías le tienen grangeada y adquirida por todo lo descubierto de la tierra: y para confirmacion desto, quie- ro tambien que sepais, que los tales encantadores, sus contrarios, no ha mas de dos dias que transformaron la figura y persona de la hermosa Dulcinea del Toboso, en una aldeana soez y baja, y des- ta manera habrán transformado á Don Quijote: y si todo esto no basta para enteraros en esta verdad que digo, aquí está el mesmo Don Quijote que la sustentará con sus armas á pié ó á caballo, ó de cualquier suerte que os agradare: y diciendo esto se levantó en pié y se empuñó en la espada, esperando que resolucion tomaria el caballero del Bosque, el cual con voz asimesmo sosegada, respon- dió y dijo:-Al buen pagador no le duelen prendas; el que una vez, señor Don Quijote, pudo venceros transformado, bien podrá tener esperanza de rendiros en vuestro propio ser; mas porque no es bien que los caballeros hagan sus fechos de armas á escuras como los salteadores y rufianes, esperemos el dia para que el sol vea nuestras obras, y ha de ser condicion de nuestra batalla, que el vencido ha de quedar á la voluntad del vencedor, para que haga del todo lo que quisiere, con tal que sea decente á caballero lo que se le orde- nare. Soy mas que contento desa condicion y conveniencia, res- pondió Don Quijote: y en diciendo esto se fueron donde estaban sus

escuderos, y los hallaron roncando y en la mesma forma que esta-