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Don Quijote.

todos, y la Dolorida prosiguió:-y este tal caballo, si es que Ma- lambruno quiere dar fin á nuestra desgracia, antes que sea media hora entrada la noche, estará en nuestra presencia, porque él me significó, que la señal que me daria por donde yo entendiese que habia hallado el caballero que buscaba, seria enviarme el caballo donde fuese con comodidad y presteza.-¿Y cuántos caben en ese caballo? preguntó Sancho. La Dolorida respondió:-Dos perso- nas, la una en la silla y la otra en las ancas, y por la mayor parte estas tales dos personas son caballero y escudero, cuando falta algu- na robada doncella.-Querria yo saber, señora Dolorida, dijo San- cho, qué nombre tiene ese caballo.-El nombre, respondió la Do- rida, no es como el caballo de Belerophonte, que se llamaba Pe- gaso, ni como el del Magno Alejandro, llamado Bucéphalo, ni co- mo el del furioso Orlando, cuyo nombre fué Brilladoro, ni menos Bayarte, que fué el de Reináldos de Montalvan, ni Frontino, co- mo el de Rugero, ni Boótes, ni Peritoa', como dicen que se llaman los del Sol, ni tampoco se llama Orelia, como el caballo en que el desdichado Rodrigo, último rey de los godos, entró en la batalla donde perdió la vida y el reino.-Yo apostaré, dijo Sancho, que pues no le han dado ninguno de esos famosos nombres de caba- llos tan conocidos, que tampoco le habrán dado el de mi amo Roci- nante, que en ser propio escede á todos los que se han nombrado. -Así es, respondió la barbada Condesa; pero todavía le cuadra mucho, porque se llama Clavileño el Aligero, cuyo nombre con- viene con el ser de leño, y con la clavija que trae en la frente, y con la ligereza con que camina, y así en cuanto al nombre, bien puede competir con el famoso Rocinante.-No me descontenta el nombre, replicó Sancho, pero ¿con qué freno ó con qué jáquima se gobierna?-Ya he dicho, respondió la Trifaldi, que con la cla- vija, que volviéndola á una parte ó á otra el caballero que va en- cima, le hace caminar como quiere, ó ya por los aires, ó ya ras- treando y casi barriendo la tierra, ó por el medio, que es el que se busca y se ha de tener en todas las acciones bien ordenadas.-Ya lo querria ver, respondió Sancho; pero pensar que tengo de subir en él, ni en la silla, ni en las ancas, es pedir peras al olmo. Bue- no es que apenas puedo tenerme en mi rucio, y sobre una albarda mas blanda que la mesma seda, y querrian ahora que me tuviese en unas ancas de tabla, sin cojin ni almohada alguna: pardiez yo 1 Ninguno de los caballos del sol tiene este nombre. Uno de ellos se llama Pirois. Esto quiso de- cir acaso el autor. Peritoo fué el grande amigo de Teseo. 1 1

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