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Capítulo LIII.

tros aparejos, y de sustentar vuestro corpezuelo, dichosas eran mis horas, mis dias y mis años; pero despues que os dejé, y me subí so- bre las torres de la ambicion y de la soberbia, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desaso- siegos. Y en tanto que estas razones iba diciendo, "iba asimesmo enalbardando el asno, sin que nadie nada le dijese. Enalbardado pues el rucio, con gran pena y pesar subió sobre él, y encaminan- do sus palabras y razones al mayordomo, al secretario, al maestre- sala y á Pedro Recio el Doctor, y á otros muchos que allí presen- tes estaban, dijo:-Abrid camino, señores mios, y dejadme volver á mi antigua libertad: dejadme que vaya á buscar la vida pasada, pa- ra que me resucite desta muerte presente. Yo no nací para Go- bernador, ni para defender Ínsulas ni ciudades de los enemigos que quisieren acometerlas. Mejor se me entiende á mí de arar y cavar, podar y ensarmentar las viñas, que de dar leyes, ni de defender Provincias ni Reinos. Bien se está San Pedro en Roma: quiero decir, que bien se está cada uno usando el oficio para que fué na- cido. Mejor me está á mí una hoz en la mano, que un cetro de Gobernador: mas quiero hartarme de gazpachos, que estar sujeto á la miseria de un médico impertinente que me mate de hambre; y mas quiero recostarme á la sombra de una encina en el verano, y arroparme con un zamarro de dos pelos en el invierno en mi liber- tad, que acostarme con la sujecion del Gobierno entre sábanas de holanda, y vestirme de martas cebollinas. Vuesas mercedes se que- den con Dios, y digan al Duque mi señor, que desnudo nací, des- nudo me hallo, ni pierdo ni gano: quiero decir, que sin blanca en- tré en este Gobierno y sin ella salgo, bien al reves de como suelen salir los Gobernadores de otras Ínsulas: y apártense, déjenme ir, que me voy á bizmar, que creo que tengo brumadas todas las cos- tillas: merced á los enemigos que esta noche se han paseado sobre mí. No ha de ser así, señor Gobernador, dijo el Doctor Recio, que yo le daré á vuesa merced una bebida contra caidas y molimien- tos, que luego le vuelva en su pristina entereza y vigor, y en lo de la comida yo prometo á vuesa merced de enmendarme, dejándole comer abundantemente de todo aquello que quisiere.-Tarde pia- che, respondió Sancho: así dejaré de irme, como volverme Turco. No son estas burlas para dos veces. Por Dios que así me quede en este, ni admita otro Gobierno, aunque me le diesen entre dos pla- tos, como volar al cielo sin alas. Yo soy del linage de los Panzas,

que todos son testarudos, y si una vez dicen nones, nones han de