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Don Quijote.

Gregorio y Ana Félix admiraron en particular á todos juntos los que presentes estaban. El silencio fué allí el que habló por los dos amantes, y los ojos fueron las lenguas que descubrieron sus ale- gres y honestos pensamientos. Contó el renegado la industria y medio que tuvo para sacar á Don Gregorio. Contó Don Gregorio los peligros y aprietos en que se habia visto con las mugeres con quien habia quedado, no con largo razonamiento, sino con breves palabras, donde mostró que su discrecion se adelantaba á sus años. Finalmente, Ricote pagó y satisfizo liberalmente, así al renegado, como á los que habian bogado al remo. Reincorporóse y redújo- se el renegado con la iglesia, y de miembro podrido volvió limpio y sano con la penitencia y el arrepentimiento. De allí à dos dias trató el Visorey con Don Antonio qué modo tendrian para que Ana Félix y su padre quedasen en España, pareciéndoles no ser de in- conveniente alguno, que quedasen en ella hija tan cristiana y pa- dre al parecer tan bien intencionado. Don Antonio se ofreció ve- nir á la corte á negociarlo, donde habia de venir forzosamente á otros negocios, dando á entender que en ella, por medio del favor y de las dádivas, muchas cosas dificultosas se acaban.-No, dijo Ricote, que se halló presente á esta plática, hay que esperar en fa- vores ni en dádivas, porque con el gran Don Bernardino de Velas- co, Conde de Salazar, á quien dió su Magestad cargo de nuestra espulsion, no valen ruegos, no promesas, no dádivas, no lástimas, porque aunque es verdad que él mezcla la misericordia con la jus- ticia, como él ve que todo el cuerpo de nuestra nacion está conta- minado y podrido, usa con él antes del cauterio que abrasa, que del ungüento que molifica, y así con prudencia, con sagacidad, con diligencia y con miedos que pone, ha llevado sobre sus fuertes hom- bros á debida ejecucion el peso desta gran máquina, sin que nues- tras industrias, estratagemas, solicitudes y fraudes hayan podido deslumbrar sus ojos de Argos, que continuo tiene alerta, porque no se le quede ni encubra ninguno de los nuestros, que como raiz es- condida, con el tiempo venga despues á brotar y á echar frutos ve- nenosos en España, ya limpia, ya desembarazada de los temores en que nuestra muchedumbre la tenia. ¡Heroica resolucion del gran Filipo Tercero, é inaudita prudencia en haberla encargado al tal Don Bernardino de Velasco !-Una por una yo haré, puesto allá, 1 Hubo otros encargados de la espulsion de los Mor , pero se habla solo del que ejecutó la de la Mancha, que fué con efecto Don Bernardino de Velasco y Aragon, conde de Salazar, comen-

dador de Villamayor y Veas, del consejo de Guerra, comisario general de la Infanteria de Castilla.