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Don Quijote.

pital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendi- dos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en be- lleza única. Y aunque los sucesos que en ella me han sucedido no son de mucho gusto, sino de mucha pesadumbre, los llevo sin ella, solo por haberla visto. Finalmente, señor Don Alvaro Tar- fe, yo soy Don Quijote de la Mancha, el mesmo que dice la fama, y no ese desventurado que ha querido usurpar mi nombre y hon- rarse con mis pensamientos. A vuesa merced suplico, por lo que debe á ser caballero, sea servido de hacer una declaracion ante el alcalde deste lugar, de que vuesa merced no me ha visto en todos los dias de su vida hasta agora, y de que yo no soy el Don Quijote impreso en la segunda parte, ni este Sancho Panza mi escudero es aquel que vuesa merced conoció.-Eso haré yo de muy buena ga- na, respondió Don Alvaro, puesto que cause admiracion ver dos Don Quijotes y dos Sanchos á un mesmo tiempo, tan conformes en los nombres, como diferentes en las acciones: y vuelvo á decir y me afirmo que no he visto lo que he visto, ni ha pasado por mí lo que ha pasado. Sin duda, dijo Sancho, que vuesa merced debe de estar encantado como mi señora Dulcinea del Toboso, y plu- guiera al cielo que estuviera su desencanto de vuesa merced en dar- me otros tres mil y tantos azotes como me doy por ella, que yo me los diera sin interes alguno.-No entiendo eso de azotes, dijo Don Alvaro: y Sancho le respondió que era largo de contar; pero que él se lo contaria, si acaso iban un mesmo camino. Llegóse en es- to la hora de comer, comieron juntos Don Quijote y Don Alvaro. Entró acaso el alcalde del pueblo en el meson con un escribano, ante el cual alcalde pidió Don Quijote por una peticion, de que á su derecho convenia, de que Don Alvaro Tarfe, aquel caballero que allí estaba presente, declarase ante su merced, como no cono- cia á Don Quijote de la Mancha, que asimesmo estaba allí presen- te, y que no era aquel que andaba impreso en una historia intitula- da: Segunda Parte de Don Quijote de la Mancha, compuesta por un tal de Avellaneda, natural de Tordesillas. Finalmente el alcalde proveyó jurídicamente: la declaracion se hizo con todas las fuerzas que en tales casos debian de hacerse, con lo que queda- ron Don Quijote y Sancho muy alegres, como si les importara mu- cho semejante declaracion, y no mostrara claro la diferencia de los dos Don Quijotes, y la de los dos Sanchos, sus obras y sus pala- bras. Muchas de cortesías y ofrecimientos pasaron entre Don Al-

varo y Don Quijote, en las cuales' mostró el gran Manchego su