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EL JARDÍN DE LOS CEREZOS
Varia.

Todo el día lo consagro a las faenas domésticas y mientras trabajo, sueño. Yo me digo: es necesario que te cases con una persona rica, y de esta suerte vivirás tranquila; luego, irás en peregrinación a algún santuario, a Kief..., a Moscov..., recorrerás todos los lugares santos...

Ania.

Las alondras cantan en el jardín. ¿Qué hora es ya?

Varia.

Me parece que las tres. Debieras acostarte, querida mía.

Ania.

Tienes razón. (Entran en la cámara de Ania.) Es deliciosa... (Llega Yascha con una manta de viaje y un saco de mano; atraviesa la habitación, no sin preguntar discretamente.) ¿Se puede pasar?

Duniascha.

No la había reconocido. ¡Cómo ha cambiado en el extranjero!

YAŞCHA.

¡Hola! Y usted, ¿quién es?