dre fué siervo en casa de vuestro abuelo y en casa de vuestro padre; y usted particularmente, señora, me ha dispensado tanto bien que he olvidado todo lo antiguo y la quiero como si fuese de mi familia, y aun más.
No puedo contenerme..., no, no puedo. (Levántase agitada.) ¿Cómo sobrevivir a una alegría tan intensa? Reíos de mí; soy una tonta, una imbécil... ¡Mi pequeño armario! (Lo besa.) ¡Mi mesita...! ¡Todo lo que me rodea me es tan querido...! ¡Habla tanto a mi alma...!
Durante tu ausencia, la nodriza murió...
(Vuelve a sentarse y absorbe su café.) Lo sabía. Me lo escribieron. ¡Que Dios la haya en su seno!
Y Anastasia murió también. Petruchka, la miope, nos dejó, y ahora habita en casa del jefe de los agentes de policía. (Saca de su bolsillo una cajita de caramelos.)