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ROBERTO ARLT

—Un Oficial Inspector y un vigilante. Yo me hice el que esperaba el "bondi".[1]

—Pongámonos los guantes, ché.

—Cierto, con la emoción se me olvidaba.

—Y ahora ¿a donde se vá? Esto es más oscuro que...

—Por aquí...

Lucio ofició de guía, yo desenfundé el revólver y los tres nos dirigimos hacia el patio cubierto por la terraza del segundo piso.

En la oscuridad se distinguía inciertamente una columnata.

Súbitamente me estremeció la conciencia de una supremacia tal sobre mis semejantes, que estrujando fraternalmente el brazo de Enrique, dije:

—Vamos muy despacio— e imprudentemente, abandoné el paso mesurado, haciendo resonar el taco de mis botines.

En el perímetro del edificio, los pasos repercutieron multiplicados.

La certeza de una impunidad absoluta contagió de optimista firmeza a mis camaradas, y reímos con tan estridentes carcajadas, que desde la calle oscura nos ladró tres veces un perro errante.

Jubilosos de abochomar el peligro a bofetadas de coraje, hubiéramos querido secundarlo con la clarinada de una fanfarria y la estrepitosa alegría de un pandero, despertar a los hombres, para demostrar que regocijo nos engrandece las almas cuando quebrantamos la ley y entramos sonriendo en el pecado.

Lucio marchaba encabezándonos, se volvió.

—Hago moción para asaltar al Banco de Nación dentro de algunos días.


  1. Tranvía.