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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 35

A lo cual muy enojado
El alcalde, sin turbarse
Le respondió: — No está tal,
Y miente quien lo pensare,
Que aunque el borrico lo dice
Con suspiros desiguales,
Yo digo aquí lo contrario,
Y es muy mal hecho que nadie
Mas crédito quiera dar
A un borrico que á un alcalde,
Siendo yo un hombre de bien
Y el burro un pécora campi.


El retor y el vicario.

Hace pocos dias que en una tienda de la calle de Postas se presentó una criada, al parecer alcarreña, y con aire desembarazado y resuelto dijo al comerciante:

— Ha dicho mi ama que me venda V. diez varas de vicario.

El tendero miró á la joven y le dijo:

— Yo no sé lo que V. pide, pero lo cierto es que no lo tengo en mi tienda.

— ¡Vaya, sin tenerlo! Como que lo han llevado ahora de aquí.

— ¡De mi tienda! ¿Quién?

— ¿Quién ha de ser? Doña Manuela, su paisana de V.

— ¡Ah! ¡La Manolilla! Loque ha llevado ha sido coton retor.

— ¡Toma! ¿Pues qué mas dá? ¿No es lo mismo retor que vicario?


El gobernador y el alcalde.

El ayuntamiento de un pueblo pequeño hizo una de esas barbaridades de folio mayor, que no se pueden calificar por falta de epítetos. Llamó el gobernador de la provincia al alcalde, se encerró con él