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LOS GLOTONLS (GULO BOREALIS) EN EL JARDIN DE UAM8CRG0.

no es de estrañar, que llegue ;i tomarse en cuenta al gún dia esta proposición. ¿Qué lia hecho la sociedad higiénica de París sino dar un gran paso en esta sen da? ¿Es tolerable que en pleno siglo XIX se halle envi lecida y postergada la profesión de rejuvenecer los ros tros, de modo que charlatanes y gentes sin conciencia la esploten de contrabando y á la sordina? La civiliza ción no debe consentir que existan artes secretas en el siglo de las luces en que todo se examina. Ni á los ma ridos conviene que el tocador de donde sale su esposa eternamente joven sea un lugar misterioso y reserva do, en donde con los aromas y perfumes puede desli zarse la pestilencia de las tercerías, ni ú la mujer puede tenerle cuenta ese contrato leonino en que adquiere una belleza tan brillante como fugaz y con la que Juco un dia para sepultarse al siguiente en la noche de la ruina y la destrucción más horrorosa. La prensa del dia nos ha revelado interioridades tan peregrinas como repugnantes de la tristemente célebre madame Rachel, cuyo taller de esmalte de rostros femeninos ha prego nado en todo el universo la literatura puffistka é in flada del anuncio. En manos de esta atrevida artista el procedimiento de hacer á la mujereternamente hermosa, (beautiful forever), es unaciencia secreta. Los señores aristócratas ven desaparecer á sus esposas á ciertas ho ras por largas temporadas y salen de confusiones al cabo con la cuenta que la restauradora les envia pidien do 10 ó lo,000 duros por esmaltará la señora. Y mientras adquiere el esmalte del rostro se les va el de la conciencia y el pudor , porque á una con el taller hay oficina de ajuste de voluntades. ¿Pues qué diremos del estrago que en las mujeres causa el afeite que las halaga un breve dia? Testigo la célebre cuanto hermo sa duquesa de Argyll. Esta dama, hija de un irlandés de escasa fortuna, fue con sus hermanas la admiración de la sociedad inglesa y á sus prendas personales de bieron la elevación á que llegaron en rango y catego ría social. Su vanidad de hermosa la arrastró á la fatal pendiente del uso de cosméticos y adobos, vicio inva sor y absorvente como la embriaguez del opio, la del vino, la del juego y otros vicios cuya sonda una vez comenzada concluye en un fatal abismo. La mujer que sa pinta comienza por leves pinceladas y acaba por em

plastos de brocha gorda. Las mermas y surcos del ros GEROGLIFIGO. tro aumentan cada dia no sólo con el tiempo que no pasa en valde, sino con los efectos de las mismas dro SOLUCION DEL ANTERIOR. gas que pretenden destruirlas y no hacen ma's que Reunidos los malvados en la soledad marchan acrecentarlas. La señorita Gunning, que pasó por una Helena en su juventud luciendo sus gracias y perfec enfrenados contra la sociedad. ciones naturales, llegó á una vejez prematura tan re pugnante por el uso de los afeites, que espantada de 11X H, sí misma no quiso salir del lecho, donde recibía los alimentos, cerradas las cortinas , y tapados hasta los más leves rayos de luz, de vergüenza de que sus criados viesen aquel rostro que hizo pocos años antes las deli cias de Uelgravia, y entonces ponia asombro al mismo miedo. ¡Qué horrible martirio! ¡Cuan cara pagó la her mosura que le concedió naturaleza! No otro resultado puede dar la confección de la belleza abandonada á em plastos y preparaciones de charlatanes. Y habrá dama que por parecer bien media docena de años pasa las noches en contiuuado martirio, sin pensar que aquella capa de belleza es el verdugo que acabará por cuartear le la piel y ponerle el rostro como un melón escrito. Pero ¿qué no hará una mujer por parecer hermosa? Aun de niñas, profanas todavía a la alquimia del toca dor, se las ve desfigurar los delicados contornos de los labios, á puro morderlos, para que la sangre les dé el tinte coralino que inevitablemente encuentran en las heroínas de novela. Los epigramas de todos los Marcíales posibles no bastan para arredrarlas; no dejando de ser curioso , que, al paso que las mujeres se pin tan para agradar á los hombres, á estos por lo general les desagradan los prodigios de brocha y rnuñequilla, y no pierden ocasión de ejercitar su ingenio y lanzar chistes picantes sobre todo cuadro vivo. La razón de esto es muy sencilla , y puede sacarse de aquel aforis mo de nuestro gran pintor : que cuando el arte no imita á la naturaleza , la vomita. Nadie verá con dis gusto que la mujer use. de ciertos ingredientes senci llos é higiénicos que conservan y tal vez aumentan el La solución de éste en el próximo número. realce de las perfecciones naturales ; pero existe una linea divisoria entre lo que entra y pertenece al domi nio de la policía é higiene del cuerpo, y lo que prescinde ABELARDO DE CARLOS, EDITOR. y aun oculta lo natural para dejar ver sólo el artificio. ADMINISTRACION, CALLE DE BAILEN, NÚM, i. —MADRID, IMPRENTA DE GASPAK V KOIC. (Se continuará.) Zaid.