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y modesta morada sin pompa ni aparato, según su vo- ¡ corrupción con la necesidad de adular, en cuyo con luntad, el inspirado autor de Las Meditaciones; el cepto se hicieron como de transición los grandes artis mundo musical que aun no liabia enjugado el llanto tas S. Galo, Bramante y Miguel Angel, que concluyeron causado por la muerte del cisne de Pésaro, lamenta hoy con el arte que tan sabiamente nahia encontrado el la pérdida del ilustre compositor Héctor Berlioz, cau Brunelesco, que propendía á imponer á la sociedad sada por el golpe que recibió su última ópera Les Tro- una nueva forma. A tal punto llegó el fanatismo, que si yens. Desde entonces declinó su salud , dejándole sin algunos propendían á seguir la sumime escuela de 1400 fuerzas para resistir la desgracia de la muerte de su á i 500 , fueron despreciados de sus contemporáneos, hijo, capitán en la marina imperial francesa, y todo el que en masa consiguieron hacer pasar sus obras por alegre humor del genio que pudo escribir Las noches cuadros antiguos para ocultar un nombre que ponía de la orquesta , no logro reanimar aquella naturaleza en evidencia su eselusivismo. desquiciada por un desden del público. Así es que del verdadero modo de ejercer el arte Y ya que de músicos hablamos, consignaremos que con todas las facultades propias del buen gusto que los españoles tratan de honrar con todo fervor y artística proporcionase una perfecta constitución social , y que solemnidad la memoria del que inmortalizó en Fígaro fomentase las virtudes, resultó el Barroco ó sea la conr uno de los tipos mas notables de la antigua España de secuencia del cambio político civil, que tendiendo á la los conventos y las galeras ; que si hoy, con los pro privación completa de la instrucción del género hu gresos del siglo, va perdiendo la fisonomía y trasfor- mano con privilegios sociales , hizo que se constituye mando su taller, todavía la ópera nos le representa al ran las Academias, compuestas de todos aquellos que vivo con la vihuela, su redecilla y bacías de azófar en ! hacían abstracción completa de los medios de adquirir toda la plenitud de su ministerio. lo bello con la espontaneidad del genio y la practica Esta función fue suspendida el domingo anterior y del sentimiento, convirtiéndose en el azote de todos el lunes corrió la misma suerte , la que estaba anun- ' los que siguiendo un insünto puro y natural á lo bue ciada en el Ateneo para honrar la memoria de Lamar no, á lo bello ó á lo sublime, impidieron este progreso tine, que, á la hora señalada no dejó de atraer grande de la inteligencia con nuevas pedanterías inauguradas concurrencia de literatos y personas distinguidas impa con la voz brutal del Milizzia, digno hermano del Bacientes por oir las composiciones poéticas que debían relti. recitar varios celebrados escritores. Algunas de ellas, | Y á propósito de esta época de monarquía en Fran de que tenemos noticia, las consideramos dignas del cia, que coincide con la de Felipe V ir España , mu poeta á cuyo genio rendimos homenage, y del renom cho pudiéramos decir acerca de la corrupción y mal bre que han silbido alcanzarse sus autores. gusto que introdujo en las bellas artes ; imperdonable Nuestros lectores recordarán la publicidad que se falta de los que recibieron por herencia nada menos •lió á una carta de Mr. Bergenroth sobre las causas de que el siglo con razón denominado de oro, y lo legaron la prisión de doña Juana la Loca, setrun nuevos docu a sus sucesores de oropel. Cétar Cantú ha puesto á la mentos hallados en el archivo de Simancas. Parece ' vista el repugnante valimiento de las medianías pen que distinguidos críticos del extranjero han examinado sionadas que incensaron á Luis XIV por estas migajas i'l valor de tales documentos, sus fechas y las fuentes de pan que les arrojaba, y el sarcasmo y persecución de que proceden, y de este exámen resulta, que el de que eran objeto los hombres de verdadero mérito sostenedor de la nueva opinión de que doña Juana de aquel reinado en que el bufón Yodure reunía mas estaba en el pleno uso de sus facultades mentales, es rentas que lodos los escritores juntos. Basta decir para una especie fabricada en la imaginación de dicho in calificar este periodo, que lo que fue la Inquisición en vestigador de nuestro archivo. Muy posible es que materia religiosa, fue la Academia para las artes y la algún dia tratemos de esta importante cuestión de crí literatura que en forma y fondo no se sometían al pro tica ; pero no concluiremos hoy sin hacer mérito de grama del Protector, privando así á la posteridad del las muestras dadas en esta ciencia por el tan notable producto original y espontáneo del genio, y quedando cómo infatigable escritor señor don Gumersindo La- en su lugar esos geroglíficos biográficos de ridiculas y verde, catedrático del Instituto de Lugo, en el libro repugnantes personalidades. Tal es el estado á que llegó el arte en tiempo de los que acaba de dar á la estampa en dicha ciudad, ameno, vario, profundo, y lleno de vigor, originalidad é ini Borbones de Francia y España, y producto son de esta ciativa en cuantas materias toca, por ser estos los época que aun nos mortifica, esos catafalcos, esos en caractéres propios de su autor, nunca desmentidos en gendros arquitectónicos que los nietos de San Luis ele sus trabajos numerosos y varios en índole y naturaleza. van á nuestra aristocracia moderna , creyendo embe Damos la enhorabuena al señor Laverde por esta oca llecer á Madrid y sus afueras, y llamándolos ¡palacios!., sión que ha de acrecentar su fama y nos felicitamos por lo que cuestan ; en tanto que los arquitectos fran al propio tiempo por la aparición de un libro tan ins ceses se reirán para sus adentros de la protección que tructivo y deseado por los admiradores de su talento. damos á nuestros artistas. Pero dejando esta materia aparte, por ahora, que Nicolás Díaz Bf.*ji>me» . mucho podría decirse sobre estas construcciones arbi trarias, vacias, sin carácter ni virtud alguna plástica, simplemente sujetas á la aridez preceptista de las aca demias; que, en una palabra, no proceden de la fe, ni del sentimiento, ni de la espontaneidad, ni de la cien L. ARQUITECTURA Y LA SOCIEDAD. cia, sino de la rutina y del empirismo elevado á cienII. cía, seguiremos el curso de nuestras observaciones. Desde la Italia se esparcieron arquitectos por todas La arquitectura volvió al clasicismo griego por una las partes de Europa, lo que fue muy propicio y favo anomalía que fue común en aquel siglo á todas las ar rable á todos los demás Estados, prohijando los monar tes, las ciencias y las letras. La forma de la arquitec cas aquel gusto tan en armonía con sus instintos (vien tura municipal tuvo por distintivo general la fuerza, y do además llegada la decadencia de aquel país servil) todo arte que empieza por la fuerza se completa con la que les proporcionaba Ja ocasión de hacer su presa, gracia ; este es el desarrollo que tomó el arte de los poniéndolos en posesión de los admirables monumen quinientos, ó sea del Renacimiento , y para comprobar tos de Italia y en el goce de su delicioso clima. esto, véanse los edificios del Baltasar Peruüzi, en Siena, El siglo XVI fue la época de las grandes monarquías y todas las obras de su escuela que nos demuestra que que en el resto de la Europa destruyeron el feudalis sin tomar la gracia, en préstamo, de los antiguos, supo mo, pero que no hicieron nada de provecho para el encontrarladibujandocon el simple ladrillo los mas ele arte , según lo demostraremos mas adelante. Inaugu gantes contornos adaptados á la arquitectura, tanto rada otra civilización y vanándose la servidumbre, civil como militar. también variaron en su marcha las artes ; la arquitec La arquitectura que buscaba la dignidad exigida por tura admitió por concepto grande el poderío absoluto un poder sin raciocinio preocupado por la civilización del despotismo, v. gr., San Pedro de Boma es un acto antigua porque así convenia á su deseo, hasta el punto solemne de ese poderio, pues se hizo con las riquezas de repetirnos tres ó cuatro veces un templo griego de todas las monarquías (le Europa. para hacer mas grandes sus palacios sin dejar leer en El Louvre, el Escorial, en el que falla unidad artís ms monumentos el- idioma del arte que es la unidad; tica que le quitan las líneas Jordanescas con las del or el tstudio de las letras antiguas no examinadas mas den dórico griego, entre cuyos dos períodos pueden que Camo preceptos invariables, dejando de esta ma haber de veinte á treinta siglos; el arco de medio pun nera el »rte sometido al patrocinio del orgullo; el mu to, forma del imperio romano zurcido con la simplici nicipio perdiendo su libertad, al mismo tiempo que dad griega de una cornisa 'que no admite mas forma entre los migantes se discutía y se cuestionaba el domi que la de Fidias ó Praxiteles, careciendo de una ver nio de una ciudad; la libertad que se va, la tiranía que dadera síntesis artística, pero que en cambio ostenta aparece, una época en fin, que muere, otra que la suce con orgullo el poder de Felipe II, que inspiró á Her de; todo esto indicaba un cambio y una nueva civili rera para que en sus proyectos imprimiese la huella zación que se avaluaba. De modo que el arte arquitec del poder absoluto, que interpretó con el órden dórico tónico, dejando de completar la forma artística del si- , griego , cosa muerta y pesada como lo era España glo anterior, se hace, servil y retrocede á buscar de bajo el poder de aquel monarca. Paladió, mágico con nuevo las proporciones y los conceptos del arte anti el orden Corintio, construía palacios para los senado guo, adaptándolas al espíritu de la sociedad que lo do res de Venecia, y aunque su arquitectura era gallarda, minaba, viniendo á ser los últimos perfeccionadores lo era de un modo asaz de aristocrático. del renacimiento, Rabel, Andrés del Sarto, Tiziano, La aplicación del arte griego impuesto por las aca Corregió, etc.; y en arquitectura Peruzzi, Andrés de : demias, ofrece el contraste que ya notó uno de nues Gíorgio y Brunelesco. Pero en aquel mismo siglo en I tros mas esclarecidos arquitectos, en el siguiente pár que dominaban estos buenos principios , empieza la rafo que trascribimos:

«En la época de la civilización griega, en esla edad de adolescencia de la humanidad, el arte ha sabido encontrar casi espontáneamente el irresistible encanto de las gracias y de las bellezas vírgenes. Sin embargo, el arle griego no ha podido producir mas que un atrac tivo poderoso para los sentidos, pues lia hablado poeo^ á la inteligencia y mucho menos al corazón. Cuando el arte gentil quiso volar mas allá de su esfera, fue solo para igualar la grandeza y el poder material de los tita nes, ó bien lanzarse en la grave elevación de la belle za trágica y la desesperación ilimitada : Edipo es la concepción mas característica de la sublimidad paga na. Es decir, que por una parte venios al orgullo de los gigantes que procura violentamente y sin poderlo conseguir, conquistar la región etérea, y por otro lado encontramos al eterno duelo profundamente sumergido en sombrío é inalterable silencio. Lo que falta, pues, al arte pagano, lo que le hace siempre incompleto, es esa ausencia total de esperanza; para reemplazar la cual no conoció mas que la tristeza profunda, desesperada, la belleza trágica en fin. Pero lo que tanto nos place en las obras cristianas, es precisamente la antorcha de la esperanza que allí vemos, sostenida por las alas puras y virginales de la fe y de la caridad, aunque no refleje sobre este mundo mas que algunos trémulos y melan cólicos rayos de un deseo vago é inquieto, pero-bené fico no obstante; es la esperanza, repetimos, manifes tada de un modo tan bello en las creaciones de la edad inedia ; es la significación moral, la aparición divina, la contemplación verdadera del imperio celeste. El arte que ha realizado esta belleza elevada é inmaterial , es aquel que ha nacido y se ha desarrollado en Occidente.» La reforma vino á dividir el arle en católico y pro testante. El primero dominó con la Inquisición , y el segundo, al que ya se inclinaban los espíritus fantásti cos del Septentrión, quitando del templo las obras de pincel y de escultura, y reduciendo el arte á tener que acudir á los asuntos de Esladcen lugar de interpretar el culto de la religión. Pero la reforma religiosa, re pito, en aquel siglo de las grandes monarquías, cuan do Carlos V soñaba con el universal despotismo, y Lu lero predicaba universal libertad, (contradicción de la fuerza y de la razón, de la autoridad y de la conciencia) adquirió entonces gran predominio en Europa, y mu chos Estados, en vez de combatirla para destruir tales principios, le prohijaron de tal modo, que se necesita ron tres siglos para que la razón humana se iluminara, y para que la sociedad adquiriese la conciencia de sí misma. Así como los monarcas abrieron al arle el ámbrto de su régia morada, la aristocracia pedia al arquitecto la villa y el casino, la capilla gentilicia, los monumentos sepulcrales en los que, olvidando la sencillez antigua de la posición horizontal y de las manos en cruz, toma ba la arquitectura el emblema pagano del estilo clásico. Los sepulcros que se fabricaron do aquellos que estan do vivos los mandaban hacer para habitarlos después de muertos, eran la manía de aquel siglo que previnien do la putrefacción, y con la ostentación de la riqueza antes de morir; hacían alarde de su magnificencia, que es la mayor tontería á que llegó el orgullo humirao. Así como el blasón, el simbolismo civil sucedió al reli gioso de la edad inedia, dando por consecuencia que el arte tuviera que romper los frontones de las fachadas para colocar en ellos esos enormes escudos, y adornar los ángulos de los edificios, resultando el indispen sable rococó, por razón del blasón y sus geroglíficos que parecen algo, no dicen nada y son los elemen tos de una insensata inspiración. Los acartonados, los recortes acaracolados de los cartelones de sus pergami nos geneológícos, las entradas y salidas que estos ob jetos proporcionaban para la ostentación vana de aque lla frivola sociedad que dentro de aquellos palacios se reunía, recursos ficticios que dan por resultado un es tilo disimulado que aun se conserva , particularmente en Italia, (perdiendo la naturalidad de su carácter, donde no hay nada real ni positivo, por querer aparen tar la sinceridad al paso que practicaban la infamia de sacrificar al que dijese la verdad); esto es lo que nos pinta en sus edificios la arquitectura rococó. Guarini, Borromini fueron los propagadores de esta divagación del arte que tanto se estendió, autorizado con el im pulso de las academias, y que reinó tanto tiempo. Luego apareció la arquitectura militar, nacida del nuevo modo de guerrear, cuando se empezó á hacer uso de la artillería, lo que ya la obligó á convertirse mas bien que en arte, en ciencia, y que acabó de desarrollarse con el gran poder de las monarquías. De aquí provino la necesidad de edificar colegios donde se estudiase esta ciencia; y teatros para que el simula cro de la guerra histórica, proporcionarse el recreo ó pasatiempo instructivo. El aumento délas poblaciones y la organización de la nueva administración pública, habían creado las aduanas con anchos pórticos, pero siempre afectando el carácterde protección antes que la utilidad común, como la Aduana de Madrid hecha por Cárlos III, que es mas bien un palacio de soberanía absoluta, que no un edificio de utilidad común, pues carece de carácter y de todo lo necesario para su objeto. Cada parroquia necesitó su iglesia, de modo que en tonces no estaba el arte mas que al servicio de todo lo