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lesera preciso arrancarles en una lu davia no se han encontrado los lecho» cha de muerte. Tal empresa, sin em de las grandes sardónicas en que los romanos grababan camafeos tan pre bargo, no podkin llevarla á cabo los mortales comunes, y era menester re ciosos, ni se han descubierto siquiera currir á los Arimaspes, nación «le cí las numerosas minas de cobre que clopes pigmeos que salian en legiones á existieron en aquellas regiones, y 'de combatir á los grifos, sus naturales bemos por tanto proceder con reser enemigos, para despojarles de los te va en nuestros juicios acerca de los soros- Que continuamente estaban conocimientos mineralógicos de los an amontonando. Algunos suponían que tiguos. los Arimaspes habitaban en la Escitia, Dejando aparte las esmeraldas gra y otros eri los montes Ripeos. Cuando badas de que se hace mención en la se ven tales ficciones apoyadas por el historia, y sobre his cuales podrían testimonio de escritores grayes como originarse algunas discusiones , no l'linio, Pomponio Mela, Estrabon y puede negarse la existencia de las es Pausanias, no es deéstrañar que lár meraldas en los tesoros de las anti dase tanto en desvanecerse la oscuri guas basílicas mucho antes del des dad que envolvía la verdad de los he cubrimiento del Nuevo Mundo, pues chos. to que la que adorna la tiara del ac Estrabon asegura que era inevitable tual Pontífice regalada á su predece la muerte al que navegase hácia la isla sor con motivo de su visita á París de Cerdefia ó las Columnas de Hércu en lí<nt, lleva el nombre del Papa les. Esta creencia fue defendida por Julio II que murió treinta y dos años los cartagineses, que como se ve por rotes de la conquista del Perú. No sus tratados con los romanos, se mos queremos esplanar cómo aquella pie dra pasó del tesoro de Roma al impe traban estremadamente celosos de que nadie se acercase, á una isla de la que rio francés, pero su existencia basta á obtenían la piedra sardónica, que era probar la de las esmeraldas antes de aquella conquista. • para ellos un artículo importante de comercio. Por las columnas de Her Toda duda quede sin embargo total róles debe entenderse el Sudoeste de mente desvanecida desde el reciente España, donde ellos poseían tan ricas descubrimiento de las famosas minas minas. de esmeraldas del monte Zebarah, que Según Heeren, los elruscos y carta sólo nos eran hasta hace poco cono gineses hicieron un gran comercio de cidas por las confusas relaciones de los diamantes y piedras preciosas que obárabes, alguna indicación que de lenian en parte del interior del Africa. ellas hicieron los escritores antiguos. El hecho de no haberse hallado una Mr. Caíllaud, el incansable mineralo sola esmeralda hasta una época muy gista á quien la ciencia debe la solu reciente, ni entre las piedras grabadas ción de esta cuestión tan debatida, en de los griegos y romanos, ni en las contró aquellas minas casi en el mis "Tiendas hechas á los templos, ni en mo estado en que las abandonaron los los antiguos tesoros de los reyes, in ingenieros de los Tolomeos: una mul I»» FRANCISCO Pl Y MARGALI.. dujo á Tos mineralogistas á suponer titud de excavaciones y galerías sub ijue esta joya no se conoció en Europa terráneas abiertas á una gran prosutes del descubrimiento de la América. Otros, no de los griegos y romanos. Hasta ahora son muy esca- fundidad, calzadas de gran extensión y otras obras iro ' obstante, niegan el fundamento de esta suposición, y sos los conocimientos que poseemos del reino mine- portantes, demuestran míe se trabajó en aquellas mihan perdido las minas de esmeraldas ral de los paises del Asia, Africa y el Archipiélago. To- i ñas en una escala considerable. Las cuerdas , canastas.

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