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arbitrarias y aun contradictorias de otras opiniones por el mismo crítico sostenidas. Cuando Cervantes salió de España, tenia de veintiuno á veintidós años de edad próximamente , y siendo cierto que en 1 568 se hallaba estudiando humanidades en Madrid, ni la edad ni su inclinación eran las mas propias para despechar se por no servir un empleo, ni menos la condición de estudiante era para exigirle grandes sacrificios en su porte y trato con los compañeros. La modestia, y aun ia pobreza, asentaba bien en los escolares como en el soldado, únicas profesiones que sabían llevarlas con resignación y sin que por ello se afrentasen las armas y las letras. Por otra parte, ¿cómo concebir secreto disgusto ni resentimiento de amor propio en Cervan tes con ocasión de sus composiciones poéticas? ¿Acaso las que en tan temprana edad había hecho merecían tina prebenda ó canongia, ó que públicamente le cojonasen? ¿No podia estar un mozo aun imberbe alta mente satisfecho con los elogios sinceros de su maestro y con la alabanza de los escritores contemporáneos mas famosos? ¿No es el mismo Rios quien nos dice, •que antes de su cautiverio tenia ya adquirido crédito como poeta? El creer á Cervantes despechado en oca sión en que debió estar muy satisfecho, es una supo sición gratuita de Rios, que por cierto hace revelar un defecto que nadie achacará á nuestro ingenio : el de la pedantería. Pellicer y Navarrete concuerdan en creer que mon señor Aquaviva se prendó de la agraciada persona y ■discreto ingenio de Cervantes. Esto es mas aceptable; pero ¿cómo conciliar el olvido de este señor, deján dole sentar plaza de simple soldado, ni cómo justificar que no se estendiera su protección á costearle en Ita lia la prosecución de sus estudios? La salida de Cer vantes de España muestra no haber sido efecto de una resolución tomada de acuerdo con su bienestar y con veniencia. El dejar el servicio del cardenal, á poco de su arribo á Italia , no da indicio de que esperase á su lado un porvenir, ni aun que fuese muy halagüeño su presente. Verdad es, que un genio como el de Cervan tes, era poco acomodado para echar raices en las ca sas de los grandes, en las que viven muchos parási tos y medran los aduladores; verdad es que la carrera de las armas brindaba con mil esperanzas de gloria á aquel corazón juvenil, valiente y esforzado; pero la circunstancia de no haber merecido mas merced de Aquaviva que el simple empleo de camarero, tan opuesto á toda consideración ni distinción de méritos; la de no constar éstas en las alabanzas que supo inspi rar á su pluma su pecho agradecido ; y su repentino •cambio de profesión, que parece dictado en ocasión es trema , hacen creer que , ó bien aceptó aquel puesto humilde en el servicio del cardenal por proporcionarse simplemente los medios de partir al estranjero, ó bien si salió de España sólo, buscó en Roma aquel acomo do como único recurso. En efecto, no esta averiguado -si salió de Madrid con la servidumbre del legado , ó si se unió á éste en Italia. Por mas que se diga que hombres de distinción como Hurtado de Mendoza, Pacheco y otros, aceptaron estos puestos humildes con .ánimo de continuar en Roma los estudios, ó conseguir por el influjo de estos príncipes de h Iglesia las mas pingües y elevadas dignidades: en ló que toca á Cer vantes, parece mas bien un espediente para no morirse de hambre en estraña tierra, y tenemos motivos muy suficientes para sostener que en nada reveló Aquaviva •ese aprecio y distinción de las cualidades y talento del jóven Cervantes. Nosotros hemos creído encontrar alguna luz acerca de este suceso en sus obras, en las que se sabe que habló de sí mismo, y que aventuras propias le sirvie ron de argumento para algunas de sus producciones, d mezcló en ellas alguna noticia á su biografía concer niente. Nuestros lectores recordarán que Cervantes, ■en el prólogo de la Calatea, declara haber escrito este poema en su juventud , aunque lo publicó, salido ya de los límites de esta edad. Si pues se quiere decir que bajo el nombre de esta pastora quiso celebrar á su fu tura esposa doña Catalina de Palacios , forzoso es con venir que la hahia conocido, amado y galanteado antes de su salida de España. Por las noticias que da Navar rete de esta dama , se sabe que era huérfana de padre, v se hallaba bajo la guarda y custodia de su tío, don francisco Salazar y Vozmediano; y como quiera que esta circunstancia de la tutela , asi como la coinciden cia de nombres , apellidos y calidades , se encuentran en algunos de los personajes de la comedia que escri bió Cervantes, con el título de El Gallardo español, razón hay para fundar en ella una conjetura probable acerca de la causa de su viaje. _ Parece estar fuera de los límites de lo dudoso , que ■Cervantes se pintó en el protagonista de esta comedía, ■Llámase don Fernando de Saavedra, soldado valiente y discreto al servicio del monarca de España, bajo las drdenes del rayo de la guerra, don Alvaro de Bazan. Hablando de su fortuna dice: «me aplico A ser soldado, señal Que de bienes me ua mal. Esto os juro y certifico.» Tíntale estremado en su carácter y aventurado , es-

traordinario en sus empresas y deseos: calidades y condiciones todas que corresponden con las que de nuestro ingenio conocemos. Pues en esta comedia, coya escena es en Oran, llega al campamento español una doncella llamada Margarita, acompañada de un tio suyo, anciano, cuyo nombre es Vozmediano, en busca de¡ discreto español que, en el campo moro, por una grave empresa, se hallaba disfrazado. Delante de la bella Arlaxa , del mismo Saavedra y otros circunstan tes , refiere , que hallándose ya en estado de contraer matrimonio, varios caballeros liabian hecho demandas á un hermano suyo, jóven de carácter orgulloso y ti ránico; el cual no contestó favorablemente á ninguna, fundándose en leves causas; y aun se propasó con uno en tales términos, que fue necesario que con la espada respondiese para su desagravio. Interrumpida aquí la narración de Margarita, prosigue en otro lugar con las palabras que copiamos testualmente, para que vean nuestros lectores en cuán seguro fundamento apoya mos nuestra conjetura: «Quedé, si mal no me acuerdo, en una mala respuesta que dió mi bizarro hermano a un caballero de prendas. El cual, por sastisfacerse, muy mal lierido le deja. Ausentóse y fuése á Italia, según después tuve nuevas.» Es muy probable que Cervantes conociese en Madrid á doña Catalina de Palacios, y que, como pobre y sin otras prendas que las de su corazón y su espíritu, el atreverse á demandarla por esposa, fuese un paso har to osado á los ojos de su hermano; que bajo el punto de vista de intereses, habría ya rechazado proposicio nes mas ventajosas. Cervantes , aunque poure, celoso de su dignidad é indignado del desprecio con que se le trataba, no siendo hombre de sufrir cara á cara, una afrenta de tal género, sin que su espíritu caballe resco le moviese á ñuscar el inmediato desagravio en la punta de su acero , pudo muy bien haberle respon dido con este duro lenguaje, y desesperado luego de la buena salida de sus amorosos pensamientos , o te miendo la venganza del ofendido, le fue conveniente ausentarse á toda prisa de España. Este amor contra riado, esta pasión tanto mas viva, cuanto mayores eran los obstáculos, aumentada en la' ausencia como es pro pio de las pasiones intensas, subsistió en su pecho, y engendró el poema de la Calatea ; acaso manera de obligar á su dama , á que , quitando los ojos de su po breza, los fijase en su constancia : fineza de enamora do á que raras veces deja de ser sensible el corazón de la mujer:—«yo no tengo riquezas pero sé cantarte y celebrar tu hermosura y hacerte eterna en la lengua del amor, que es la poesía.» Al buen resultado de sus deseos á su vuelta á España, pudo contribuir el consejo de su guardador, como Cervantes mismo lo espresa en la citada comedia, en la que siguiendo Margarita su narración , dice estas palabras :— Dejóme un viejo mi padre hidalgo, y de intención buena , con el cual me aconsejase en mis burlas y en mis veras. Comuniquéle mi intento. Respondióme, que él quisiera que el caballero que tuvo con mi hermano la pendencia , fuera aquel que me alcanzara por su legítima prenda ; porque eran tales las suyas, que por estremos se cuentan. Pintómele tan galán, tan gallardo en paz y en guerra, que en relación vi un Adonis, y á otro Marte ví en la tierra, dijo que su discreción , igualaba con sus fuerzas : puesto que valiente y sabio, raras veces se conciertan.» (Se continuará.) Nicolás Díaz Benjumea.

Ha fallecido en Inglaterra Sir Jacobo Emerson Tement, elegido diputado por Belfast, en 1832, desde cuya época desempeñó varios empleos importantes; pero que dejará mas fama como escritor que como hombre político. La literatura le es deudora de algunas obras que han adquirido celebridad, entre otras: «His toria de la Grecia moderna:» «Bélgica en 1840:» «His toria del cristianismo en Cedan:» y «Viajes por Grecia en 1825. El prospecto de la próxima temporada de ópera en Londres, anuncia la fusión de los dos teatros que hasta ahora han estado en competencia. El personal de las compañías incluye los nombres de Adelina Patti, Cristina Nilson, lima de Murslta, Paulina Lucca, ¡ Madame Titiens y Mlle. Sínico, por una parte; y por I

103 otra los de Tamberlick, Mongini, Graziani, Santley, Marini , Corsi , Ciampi , Foli y Bagagiolo. Pronto se pondrá por Mrs. Gladstone la primera pie dra de un hospital , que con el nombre de su ilustre esposo va á ser erigido en Liverpool, con los fondos que se recogían por suscrícion para hacer un obsequio a este eminente .hombre político. El pensamiento ha surgido del mismo interesado que prefiere vaya unido su nombre á una institución benéfica. A. DIOS EN EL AUGUSTO SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA. SONETO. Tu infinito poder en la armonía Se osteuta, ¡oh Dios! de la creación entera : Al par lo anuncian la feraz pradera , La monjaña, el volcan, la selva umbría. Lo anuncia el astro que preside al día, Los roncos mares, la tormenta fiera, Y los mundos brillantes que en la esfera Tu voluntad omnipotente guía. Mas sí del cielo bajas , ¡oh Dios mío! Y en pan de gracia por tu amor velado Das vida al alma que feliz te implora; Tan alta cual tu inmenso poderio Muéstrase tu bondad, y prosternado Tu pueblo humilde con fervor te adora. Aatonia Díaz de Laharqce. HEROISMO DE MADRE. EPISODIO HISTORICO. (eMTIHMtM.) Ocupaba casi todas las horas del dia en el estudio; y por las noches salia en busca de distracción y ejercicio", para descansar también de mis tareas. Asi metodizado el trabajo, una noche de las mas calorosas, al pasar por la Puerta del Sol en busca del ambiente que refrescase mi fatigado cerebro, fijé casualmente mi vista en una persona que salia de una elegante tienda. Era una jóven de singulár hermosura; alta, esbelta, de sencillo atavío y porte descuidado en su misma na tural elegancia. Me impresionó, y la seguí. Iba sola, y pensé: Veamos de enredar una aventura, un galanteo un pasatiempo, que dure breves horas. Ya en fas calles ménos transitadas y bulliciosas, notó que alguien la seguía , y apresuró el paso. Yo hice lo mismo hasta colocarme á su lado. Con una osadía é impertinencia propia de los pocos años, comencé á dirigirla frases galantes que no mere cieron respuesta. En vano intenté estimular su amor propio, cscitar su curiosidad; todo fue inútil. Cuando ménos lo pensé, (lió media vuelta, y se coló de rondón en una casa, saludando á los porteros, subiendo preci pitadamente la escalera, y dejándome con un palmo de. narices. ¡Bonita figura! ¡Y eso que tenia dispuesta una bellísima colección de frases escogidas!.. Las guardé para más afortunada ocasión, y proseguí mi paseo. Pero ¿creerás que aquella mujer me había impresio nado, quizá por causa de su altivez? Es lo cierto, que su imágen quedó grabada en mi alma, que no podía dominar aquel pertinaz recuerdo, que no conseguía estudiar. Resolví buscarla, perseguirla , averiguar quien era, y... todo ello bien difícil para quién carecía de tiempo de antecedentes y noticias acerca de aquella encanta dora visión. Pasé todas las noches de una semana viajando desde, la puerta de la casa donde desapareció á mi vista, á la tienda de la Puerta del Sol: yendo y viniendo, sin re sultado. Llegaba á mi casa estenuado de cansancio; al día siguiente vuelta á mil viajes. Creí convertirme en perro. Quise preguntar á los porteros de la casa, pero ¿por quién? sino sabia su nombre... ¿Y no podia come ter alguna inconveniencia que la perjudicase?—¡Te mores!., ¡era esto estar enamorado! Al fin una noche la ví salir de aquella casa. La co nocí á seguida. Iba también sola: llegó á la misma tienda: entregó un lío de ropas: le dieron algunas mo nedas, después de un rato de conversación en que mi vista devoraba su encantadora belleza á través de los cristales del escaparate: y salió sin reparar en mí. ¡Qué hermosa era, querido primo!— La seguí, escusado es decírtelo; y una casualidad, que pudo ser trá gica, me deparó la dicha de oír su voz angelical. Al doblar la esquina de su calle, fué á tomar la ace ra opuesta al tiempo mismo que venia un carruaje lan zado á toda carrera; y cuando ya los caballos iban á atrepellar á la jóven, que babia calculado mal las res pectivas velocidades, me arrojo sobre los animales, bas tón en mano; consigo detenerlos violentamente y coa