Página:El museo universal 1869.pdf/116

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

ACTUALIDADES.

-¿No vas á la cofradía? -Sin duda: pero este añc no asisto de penitente. -¿Pues de qué? -De voluntario.

increíble supremo esfuerzo los aparto á un lado, deján doles arrastrar el vehículo al galope; pero salvando á la hermosa criatura que desmayada habría caído en tier ra á no sostenerla entre mis brazos. A mis gritos, superiores al ruido del coche, acuden gentes de la vecindad, y en un momento penetramos en la portería, donde deposité mi preciosa carga sobre una silla. íNo era sino el natural desmayo originado por el susto: ninguna lesión había sufrido. Alarmáronse los porteros por el estado de la señori ta Blanca... ¡hasta el nombre, querido primo, era de licioso! Con los auxilios de todos, á los pocos momentos re cobró sus sentidos; dió gracias á los concurrentes por sus cuidados, y se dispuso a subir la escalera, cono ciéndose algo quebrantadas sus fuerzas, por lo que re clamó el apoyo del viejo portero. Ya iba á desaparecer á mi vista, sin dignarse fijar sus ojos en mí; pero como si un recuerdo de lo sucedi do despertase su gratitud, se volvió y me dijo estas breves palabras: —Caballero; debo á usted la vida. Ruego á su bon dad se sirva venir á verme mañana á las noce. No describiré la mortal inquietud con que pasé aque llas horas. A la que me habia designado, me encontra ba lleno de emoción llamando á la puerta de la señori ta Blanca. —Enlrad; dijo su argentina voz desde el interior. Y entré en afecto. Estaba sola: al ménos lo parecía; aunque otra cosa fuese. Era an pequeño cuarto, bañado de luz, adornado de modestísimos y aseados muebles. Todo allí respiraba orden, gusto y sencillez. Aquella hermosa joven se encontraba delante de un balconcito, vel&do por una persiana, sentada al lado de un objeto grande cubierto con una tupida gasa azul, y ojeando un libro. A poco pude convencerme de lo que era aquel ob jeto velado. Extasiado ante la magnífica hermosura de la joven, j superior á lo que había admirado en ella en mis per secuciones nocturnas, me creí trasportado á la man- I sion celeste. Era un tipo hermosísimo, realzado por la sencillez do su traje negro , y por las huellas de profunda tris- i

Hoy hace un neo de Julas, ayer era unJiheral: asi se cumple el adagio: «Donde las toman las dan.»

teza que marcaban con delicada palidez aquel blanquí Basta. Yo no tengo alma, vi vida, ni amor "sino pan» simo rostro, ornado de abundantes cabellos negros. mi hija, y páralos terribles recuerdes de su origen. —Sentaos, caballero, os ruego. (Se tonUmtará.) «=Dejad, señora, que contemple al fin, á la luz del C. Brcnet. dia, el esplendor de vuestros encantos; por que con fieso que no creo todavía en la dicha que experimento. —Sentaos, repito.—Diio con el acento breve de GEROGLIFICO. quién sufre una contrariedad.—Esta primera y última entrevista necesito que se verifique exenta de galan SOLUCION DEL ASTERIOR. teos cuyo valor alcanzo; ó me será preciso renunciar El corazón y la vista del hombre abarca mas c¡ue al objetó con que os he molestado. Te confieso que la dignidad, la modestia y la decisión sostiene con su cuerpo. con que pronunció estas frases me desconcertaron. —Hablad, señora; seréis obedecida. —La divina Providencia, por designios que n: s son increíbles, ha querido que yo os sea deudora de la vida. —¡Por piedad, no habléis de un servicio insignifi cante, de un deber de toda persona, que ningún mé rito encierra. ■—Sí, caballero: os debo la vida, y necesitaba espre saros la estension de mi ag»adecimiento , siquiera por que vuestro servicio redunda en bien de este hermoso ángel...—Y levantando la gasa azul, me descubrió una preciosa cuna, donde dormía el sueño de la más gra ciosa inocencia unacriaturíta como de año y medio, en -» cuyo rostro se dibujaba indefinible sonrisa de felicidad y bienestar. —¿Qué hubiera sido de mi hija, faltándola su madre, el único apoyo, el sólo consuelo que tiene en el mun do?—Dijo bañando su hermoso rostro 'con un torren A31 te de lágrimas. Y reponiéndose añadió: —Ved por qué he deseado conociéseis toda la im portancia de vuestra generosidad y arrojo, sin el cual yo habria perecido. Dios dispuso que vuestras perse cuciones se convirtiesen en mi amparo; y os premiará por tan noble acción. Por mi parte, nada puedo hacer, sino conservar vuestro recuerdo en mi alma, y ofrece ros que la primera palabra que mi Purita aprenderá , al balbucear el nombre de Dios, será el de su salvador, el del hombre generoso que hoy le devuelve su madre. La solución de éste en el próximo número. Ambas rogaremos al cielo por vuestra dicha. —Me inclináis, señora, áenorgullecenne de mi mis ABELARDO DE CALILOS, EDITO K. mo: pero si mi casual servicio mereció alguna recom pensa, muy grande me la ofrecéis; aunque sea muy ADMINISTRACION, CALLE DE BAILEN. NUM, I. — «fADR'.O, IMPRENTA DE GASPAR Y R01G. otra de la que soñó mi airea.