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ser nombrado catedrático- de Historia Universal en la facultad de Filosofía y Letras de Madrid : investidura 3ue , si á otros cuesta tantos afanes y sinsabores, es sin uda porque no poseen los relevantes méritos de nues tro perínclito varón, que no hallan ni deben hallar tropiezos para subir de un salto á la alta cumbre de las dignidades. Verdad es que no tenia títulos académi cos , no ya en la facultad de que era catedrático , pero ni siquiera en teología, porque nuestro seráfico Fer nando, en la humildad propia de un siervo de Dios, no había pasado de corista en su convento , ni- había he cho estudios por impedírselos sus ejercicios ascéticos; pero esto no impidió para que por vía de ensalmo lo graduasen de doctor en Teología, supliendo sus omi siones y haciendo la vista gorda sobre la tliesis latina, en cuya confección anduvo la mano y el entendimiento de algún Constantino Láscaris. A pesar de esto, el doctorado en Teología es obra de superogacion para un catedrático de la facultad de Filosofía y Letras ; porque , al tenor de las leyes vigen tes, ningún catedrático puede ascender si no es doc tor de la facultad en que radica su cátedra. Fue, pues, necesario poner en juego un sistema análogo al que le proporcionó el título de doctor en Teología, gracias al cual tomó, sin ejercicios, los grados de bachiller, licenciado y doctor en Letras, si bien, no imprimió la thesis ni pagó los derechos del título; aunque sí obtuvo la categoría de ascenso. Esto se llama caer bien las pesas. Incansable nuestro flamante teólogo historiador en proseguir la senda por do se camiua, De la inmortalidad al alto asiento, Emprendió un viaje al estranjero, con el fin de ini ciarse en el movimiento de la filosofía moderna. Na tural parece en hombres doctos adquirir prévio cono cimiento de las lenguas y literaturas de las naciones que se proponen visitar ; pero fray Fernando es hom bre de recursos, y no haya miedo de que se detenga por lengua ni literatura mas ó menos; asi es que pas ma el desembarazo infantil con que en el primer parto de su ingenio aseguró que los venecianos , allá in illo tempore, fueron gobernados por un dogo, en lo que excedió á los demás podencos historiadores, que cre yeron haber sido gobernada por un dux , y en esto daba pruebas de ser mas galgo. Al cabo de dos meses escribió una memoria para desenvolver las observaciones que acerca de la segunda enseñanza pretendía haber hecho en su rápido ojeo, que no puede darse menos tiempo ni mas bien aprove chado. Todos estos brillantes antecedentes fueron par te para que la Academia de la Historia le abriese sus puertas por mano de Amador de los Ríos compañero en sus fatigas de la enseñanza. Su discurso de recep ción, intachable á los ojos de los racionalistas, fue muy mal recibido por sus antiguos colegas, quienes lo cali ficaron de heterodoxo, anárquico y destructor de la gerarquía eclesiástica. Sea de ello lo que quiera, lo cierto es, que el tal discurso fue el remate del misere re. El clero, á fuer de justo apreciador de las inten ciones nada benévolas que en él se descubrían, asestó contra el osado académico la formidable batería del neo-catolicismo y de las carias pastorales, como dando á entender, que conocía los móviles ocultos del novel heresiarca: latebal anguis in herba. No obstante, el episcopado, que no creyó conveniente, por evitar es cándalos, suspenderle a divinis, se aprovechó del úl timo período reaccionario para expulsarle de la Uni versidad por anarquista y hereje contumaz. El santo Pajares se arrojó entonces resueltamente en brazos de la Revolución. Rotos ya sus compromisos con la Santa Sede, que tan mal recompensara sus desinteresados servicios, y apartándose del trono, que le despojara de su cátedra, gratis data, cifró en la revolución inmi nente el logro de sus levantados y patrióticos intentos. En efecto , la Junta superior revolucionaría destituyó por decreto motivado al reaccionario marqués de Za fra, nombrando en su lugar á don Julián Sanz del Rio, íntimamente ligado con el padre Castro por sus opi niones filosóficas krausistas. El mal estado de salud de este claro y profundo filósofo fue causa de que decli nara el honorífico puesto de rector de la Central, cargo que pasó á manos de nuestro frade innovador. La actividad característica del nuevo rector , si bien no empleada en dar á la Universidad la vida y el mo vimiento propios de que con intención non sancta la despojaran los moderados, en cambio, débesele mucho agradecer el haberla convertido en club... de señoras, que indudablemente han de reportar grandes y sanea dos beneficios de la variada instrucción que a manos llenas las proporciona en las dominicales. De todos modos, bien puede asegurarse que el rectorado de fray Fernando es uno de los triunfos mas gloriosos que de bemos al tacto y habilidad política del señor Ruiz Zorri lla, ex-provisional que tanto ha trabajado para desor ganizar primero y ejecutar después nuestra enseñanza universitaria, lo cual nos trae á la memoria el refrán antiguo de A tales barbas , tales tobajas. • F. RiVEP.0.

LA CALDERONA. APUNTES SOBRE LAS COSTUMBRES TEATRALES DE ESPAÑA 1 EN EL SIGLO XVII. El teatro ha sido siempre el espectáculo favorito de los españoles, el que mas ha llamado su atención y formado el carácter y tipo de su nacionalidad y de su civilización. El drama se ha cultivado en España desde las épocas mas remotas, y al mismo tiempo que en Ita- ¡ lia, y antes, sobre lodo, que en Francia y Alemania, eran populares nuestras farsas , que se representaban en las iglesias ó plazas públicas , atrayendo numeroso concurso que venia , llevado unas veces de su errada ! devoción, otras de su curiosidad y deseo de conocer lo nuevo y extraordinario de una representación que ha lagaba sus sentidos y hería en lo mas vivo su imagina- cion. De aquí el gran éxito de las pobres composi ciones de Lope de Rueda , de Torres Naharro y otros, que les siguieron hasta que este espectáculo obtuvo una existencia propia y verdaderamente nacional. Madrid sólo llego á tener un gran número de teatros ó corrales, como entonces se los llamaba, los cuales se hallaban abiertos en ciertas temporadas, pues las com pañías únicamente se detenían en la corte y poblacio nes grandes, conforme á la acogida que se les hacia, ó al caudal de piezas de su repertorio, pues por lo gene ral tenían que variarlas diariamente, como sucede ahora en los teatros de provincia. No habiendo en un prin cipio locales destinados á la representación , alquila ban palios ó corrales donde armaban sus tablados y arreglaban los asientos , por lo que el teatro se llamó por mucho tiempo corral , llevando todavía este nom bre en los tiempos de los Moratines. Los asientos, ó mas bien los diferentes lugares donde se colocaba el Súblico, se denominaban tablas, patio, gradas, correorcillo, aposentos, barandilla, degolladero, cazuela y alojeros. Las actuales butacas eran entonces los ban cos, y el paraíso ó tertulia los desvanes, cuyo nombre merecían en efecto. Aunque muy conocidos, no podemos menos de in cluir los siguientes versos que se encuentran en una de las loas de Luis Quiñones de Benavente, en los cua les , no sólo menciona cada una de estas localidades, sino las da también los epítetos que mejor les conve nían conforme al carácter y costumbres de los especta dores que en aquellas épocas los ocupaban: LORENZO. Piedad, ingeniosos bancos. CINTOR. Perdón, nobles aposentos. LINARES. Favor, belicosas gradas. BERNARDO. . Quietud, desvanes tremendos. PINELO. Atención, mis barandillas. PINERO. Carísimos mosqueteros, granujas del auditorio, defensa, ayuda, silencio. LORENZO. Damas en quien dignamente cifró su hermosura el cielo. INÉS. Asi el abril de los años sea en vosotras eterno, y que el tiempo que tenéis ño se sepa en ningún tiempo. MARGARITA. Que piadosas y corteses pongáis perpétuo silencio INÉS. A las llaves y á los pitos silba de varios sucesos. En 1 568 se ejecutaban comedias en Madrid , en un corral situado en la Puerta del Sol, y en otro de la ca lle del Príncipe, ahora de Izquierdo, propio de Isabel Pacheco, en la que habia además otro de propiedad de un Fulano Burguillos; después se estableció uno en la calle del Lobo, de que era dueño Cristóbal de la Puen te, y otro, por último, de N. Valdivieso, continuando de esta manera los locales donde se representaba en la córte, hasta que en 1579 y 1580, obtuvieron las co fradías de la Soledad y la Pasión el privilegio de esta blecer los corrales de la Cruz y del Principe , cuyos productos se destinaban á beneficio de los hospitales. Al frente de las compañías, se hallaba un individuo denominado autor , que era el verdadero empresario, aunque también se daba este nombre á los que escri bían comedias , siendo mas conocidos , sin embargo, con el de ingenios; llamábase también autora á la pri mera dama por su importancia en la Compañía. El pri mer autor fué Lope de Rueda, y los últimos Villegas y Diamante, escritor dramático bastante conocido; por lo general hacian el papel de graciosos. Entonces, como añora, los autores dramáticos eran muy poco considerados por las Compañías, y salvo ra

ras y honrosas escepciones , tenían que apelar á lodo género de artificios y de astucias para hacer ejecutar sus obras, lo que no conseguían siempre sin embargo; por lo general su nombre se halla al final de sus obras en que se dirigen al público pidiéndole un aplauso y dándole el honroso título de senado. Como hemos di cho en un principio, la afición al teatro era tan general, que se representaban comedias hasta en los lugares mas pequeños y en las mismas iglesias y monasterios, habiendo llegado á obtener grande celebridad en el arte de la declamación, Alonso Olmedo, Sebastian del Prado , el gracioso Juan Rana , los Morales , María de Córdoba, la Coronel, la Calderona y la Baltasara. La suerte de los actores no era, sin embargo, nada envidiable, pues además de las horas de representación y las destinadas á los ensayos, tenian que aprender de memoria numerosos papeles, por ejecutarse casi diaria mente una producción nueva ; su sueldo era además tan corto, que tenian que cobrar todas las noches para satisfacer las necesidades del dia siguiente, según es presan estos versos que han llegado hasta nosotros. Un representante cobra cada noche lo que gana, y el autor paga, aunque no haya dinero en la caja. Las representaciones se verificaban por lo general de dia, escepto en el teatro de palacio donde se hacian indiferentemente de dia ó de noche, y sólo una vez á la semana. Si el asunto de la comedia se refería á ob jetos populares ó devotos, se ejecutaban por lo común en invierno á" las dos, y en verano á las tres déla tarde. Inútil es decir no existia ningún apáralo escé nico, ó el que se usaba era del peor género posible, figurándose con frecuencia el sol por un papel pintado de aceite, y viéndose otras anomalías que obligaban al espectador á hacerse una ilusión de que en realidad carecía. La escena, ó mas bien tablado donde se representa ba , hallábase colocado á poca mas altura que el patio, y la orquesta, si este nombre merece una escasa reu nión de instrumentos en que á veces habia treinta vi huelas, tocaban en las mismas tablas. Cuando la auto ridad presidia las funciones, se la ponia un asiento en el tabfado , siendo por- lo general un alcalde de córte con sus alguaciles el que desempeñaba este servicio. Refiérese con este motivo que representándose una vez la comedia de Calderón: La niña de Gómez Arias, afectado uno de los que acompañaban al alcalde , de los malos tratamientos del soldado, que llegaron hasta á vender á los moros su propia dama , desenvainó la espada y echó á correr tras el que hacia el papel de Gómez Arias, que hubo de huir por librarse del furor del crédulo alguacil. En primer término, é inmedia tamente delante del tablado al que daban frente, habia unos cuantos bancos reservados para los que lomaban billetes personales; después estaba situado el palio ó corral , donde los espectadores veian la función de pie y al aire libre, por lo que se los denominaba infantería ó mosqueteros , y formaban una poderosa falange que decidía la suerte de todas las producciones nuevas. Durante mucho tiempo fué jefe ó corifeo de esta facción un zapatero llamado Sánchez , que se hizo célebre por sus escentricidades, y el cual gobernándola como sobe rano absoluto, daba su voto, que era obedecido sin va cilar por cuantos le seguían, dependiendo de él la for tuna de comedias, cuyo mérito era incapaz de com prender : asi es que se refiere haberle ofrecido en una ocasión 100 reales por asegurar el éxito de una produc ción, y contestando con énfasis que obraría según su conciencia después que la viese, no le agradó sin duda, predispuesto contra ella por la oferta, y fué el primero en silbarla. Los autores procuraban captarse la volun tad de este auditorio, como ya hemos indicado, pidién dole al final un vítor , á lo que no se desdeñaron des cender los mismos Huerta y Solís. El resto del teatro lo ocupaban las gradas que se ha llaban detrás del patio, y las cuales estaban destinadas exclusivamente á los hombres, como la cazuela á las mujeres, encontrándose encima los desvanes y aposen tos ó palcos y balcones con sus correspondientes ven tanas abiertas que ocupaban los tres costados del palio ó corral en sus diferentes pisos, y donde asistían por lo general personas bien acomodadas, siendo tal la im portancia que se daba á estas localidades, que á veces se trasmitían por herencia en una misma familia. Dis frutábase en ellas de todo género de comodidades, pues eran verdaderas habitaciones cerradas para uso del que las poseía, á pesar de lo cual las señoras nunca se asomaban al balcón sin cubrirse el rostro con una mas carilla para ocultarse á las imprudentes miradas y atre vidos dichos de los espectadores. Disputábase la entrada gratuita aun por personas que podían pagar, y se miraba como honorífico el obtener la; por lo común se abonaba el importe del asiento á la entrada y al mismo empresario, y luego, mediada la función, cobraba dentro un eclesiástico la parte desti nada á los hospitales y establecimientos piadosos, que solia ascender á 300 reales. No siempre esperaba el pú blico la conclusión de la comedia para dar su sufragio, ó mas bien su vitor, como entonces se acostumbra!», pues con frecuencia iulerrumpia á los actores cuando